El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

lunes, 26 de septiembre de 2011

Un Pellizquito

"No hay rincón en esta casa que no te haga regresar..."
-Drexler-


"Hoy es un buen día para morir..." fue lo primero que pensó al abrir sus ojos mientras se tomaba un momento más en su cama, quieto, mirando todo a su alrededor como reconociendo el nuevo lugar en el que despertaba. Respiraba profundamente, miraba la hora y se levantaba despacio. Marco abría sus cortinas aunque aún estuviera oscuro, siempre despertaba antes de que saliera el sol, después lavaba su cara y se quedaba un momento observando el reflejo de sus ojos en el espejo del baño, aún podía reconocerse en su mirada. Mientras desayunaba miraba el teléfono esperando a que sonara, después revisaba el buzón de su correo pero desde hacía años que ninguna carta llegaba.
Al terminar de desayunar salía antes de que la mañana se hiciera totalmente presente, se ponía una bufanda y una vieja gorra negra. Caminaba lentamente con su bastón hasta el malecón donde una banca frente al mar se había vuelto su mejor lugar para ver moverse al mundo. Miraba los barcos, a las gaviotas y al cabo de un tiempo regresaba a su casa, no sin antes echar una mirada a lo lejos como en busca de algo, sus ojos cansados aún estaban seguros de que a pesar de los años, aún la podría reconocer si la volviera a ver.

En su regreso volvía a pasar por los mismos lugares, saludaba a las mismas personas y terminaba llegando a comer al lugar de siempre. Después en casa daba alpiste a sus canarios, ponía sus viejos discos de tangos y volvía a mirar al teléfono. Leía el periódico, se tomaba una copa de anís y cuando el sol comenzaba a ocultarse salía a fumarse un cigarro. Antes de acostarse se cercioraba de que el teléfono junto a su cama estuviera bien conectado y diera línea, miraba la maquina contestadora siempre indicándole que no había mensajes, volvía a lavar su cara y a mirar el reflejo de sus ojos, como una prueba diaria de que aún sabía quien era. Desde su cama apagaba la lámpara, junto a él, en su buró, permanecía la misma carta de papel gastado donde ella le había prometido regresar pronto, diciéndole que la esperara, que no tardaría nada, sólo un pellizquito.
Entonces Marco se volvía a quedar dormido.





"Todo hombre se parece a su dolor: al dolor más antiguo que haya sufrido, el primero que le haya resultado insoportable, del que no quiere saber más nada"
-Ignacio Solares-