Su mano ya no era la misma al dirigir, en ocasiones le temblaba y sentía que la orquesta no lo seguía, había sido por eso que había dejado la música desde hacía diez años. Aun así sus composiciones continuaban sonando en discos, otras veces ejecutadas por una orquesta, pero la mayoría de las veces éstas sólo sonaban en su memoria.
En la tarde de su cumpleaños número ochenta, hicieron llegar hasta su casa una tarjeta de felicitación por parte del gobierno del estado, así como la notificación de un próximo homenaje en su honor, como el músico más prolífico que ese lugar había dado.
-Soy yo, ¿quién pregunta?-
-Vengo de parte de la secretaría de cultura, me envía el director de la sinfónica del estado para comentar y afinar los detalles del homenaje que se prepara en su honor-
-Yo no sé afinar ese tipo de cosas hijo, y la verdad no me interesa ningún tipo de homenaje. De todos modos le agradezco, ahora si me permite tengo cosas que hacer.-
El instituto de música del estado de Oaxaca imaginaba su reacción, el viejo músico se había retirado del medio artístico desde que había enviudado hace más de una década. Ahora vivía sólo, acompañado solamente por García, mayordomo, chofer y secretario encargado de todos sus asuntos personales.
-Siento insistir maestro Santamaría…-
-Entonces no lo haga-
-Pero tengo órdenes directas del señor gobernador, el mismo presidente de la republica asistirá al evento, en verdad hay mucho interés por parte de la comunidad por que se le haga un homenaje en vida. Usted no tiene que hacer nada, solamente supervisar alguno de los ensayos y dirigir al final alguna pieza inédita. Se pretende grabar un disco en vivo, habrá músicos invitados de todo el país. Píenselo por favor.-
-Dígale a quien tenga que decirle que agradezco sus intenciones pero no me interesa-
-Está bien maestro, sólo le pido que lo piense, usted le daría realce al evento, prométame que lo pensará-
-No puedo hacer eso, hace mucho que dejé de hacer promesas-
-Está bien, y por cierto maestro, feliz cumpleaños-
Al quedarse de nuevo solo volvió en silencio a festejarse, la fecha de su cumpleaños era para él como cualquier otra, ya no había muchas cosas especiales en su vida, nada que le provocará el más mínimo sobresalto a su corazón. La voz de García sonó sobria y respetuosa como era costumbre.
-Disculpe que me entrometa señor, pero con todo respeto creo que debería considerarlo -
-Tal vez García, tal vez… de alguna manera me gustaría regresar a un escenario por última vez-
-No tiene que decir nada más señor, yo mismo me encargaré de todo-
García se encargó de arreglar todos los preparativos, como lo había hecho desde hacía diez años con todos sus asuntos. Había sido él quien se había hecho cargo de los funerales de su esposa, de su hijo y de sus nietos. Desde entonces se encargaba de custodiar y resguardar el aislamiento en el que el mismo maestro Santamaría se había sometido.
La sinfónica que se encargaría de interpretar su obrara estaba formada por los mejores músicos de todo el país. El maestro Santamaría supervisaba los ensayos tras bambalinas, en el más prolífico de los silencios, permaneciendo siempre escondido, no quería que nadie lo observara. Sus arreglos eran interpretados de manera magistral, como hacía años no los había escuchado. El director musical detenía el ensayo para corregir, para subir y bajar ritmos, para matizar volúmenes que dieran a los sonidos un impacto mayor al jamás escuchado en ese palacio de bellas artes. Él desde su lugar lo podía ver y escuchar todo, recordaba la época en que su imponente figura irrumpía frente a la orquesta, cuando su mirada inundaba todo el ambiente y los músicos se volvían uno con el movimiento de su batuta. Y fue entonces que en medio de esos recuerdos la encontró, inmediatamente después del compás cincuenta y seis, cuando llegó el momento del Adagio, cuando todo pasó de forte a piano. Los músicos bajaron sus instrumentos al comenzar el solo de violín. No lo podía creer, era ella el tipo de mujer por la que él se había convertido en músico, visiones como la que tenía en ese momento eran las causantes de que compusiera, de que creara algo para que los demás lo interpretaran.
Recargando su mejilla izquierda en la madera rojiza estaba ella, el Concertino, sosteniendo el violín delicadamente. La mirada del viejo músico no pudo ir a otro lugar que no fuera a la forma en como sus manos se movían, como sus ojos se cerraban, como su boca entre abierta dejaba salir un suave y casi imperceptible aliento, cómo todo su cuerpo se transformaba en sonido. La música también mata y él en ese momento lo supo.
Desde la parte de atrás del automóvil el maestro se dirigió a su chofer.
-García, la amo-
-¿Está usted seguro señor?, apenas y la ha visto una sola vez-
-A mi edad ya no se puede titubear con eso, algo te lo dice y ya no existe la posibilidad del error. He amado mucho en mi vida, sé lo que eso es y sé a lo que me refiero cuando te lo digo-
-Ahora le creo señor-
-Cómo me gustaría entrar en su ritmo… todo se trata de eso, del ritmo.
No podía esperar a los siguientes ensayos para volver a verla, mientras todo lo seguía supervisando escondido detrás de las cortinas. Estar mirándola desde ahí sin que ella lo viera era lo más parecido al silencio, ese que todo músico debe aprender a disfrutar y a dominar si es que quiere que sus sonidos tengan algún sentido. Pero esos eran los compases de espera más largos de su vida. Esa noche en especial fue larga, el recuerdo constante en su memoria no lo dejaba dormir, y cuando sentía que estaba a punto de amanecer la oscuridad volvía a empezar, como si el fin de la madrugada tuviera puntillos de repetición y entonces la noche comenzaba de nuevo desde el Da capo. Fue en medio de ese insomnio que se levantó a reescribir el solo de violín para ella, esas terribles noches no pueden ser desperdiciadas dando vueltas en la cama, en intentos absurdos de querer dormir. Y como nunca antes el volver a escribir una partitura le había costado tanto como en esa ocasión, metido en una bata de seda color vino sacó su coñac favorito, tomó unas hojas pautadas y entintó lo que sentía era lo más vital, quería que la combinación de corcheas, negras y blancas hablaran por él como nunca antes había sido capaz de hacerlo en tan solo quince compases, en los que debía de quedar claro que los ojos de ese Concertino eran los más hermosos que él había visto, más hermoso que ningún sonido jamás emitido y mucho menos por uno escrito por él.
Al día siguiente tomó una butaca al fondo del teatro y ahora desde la oscuridad de un palco lo miraba todo. Ahí estaba de nuevo ella, entre tantos sonidos un suave silencio la envolvía. Mientras que ella con esos mismos ojos y de manera concentrada miraba su partitura, nada más importante existía en ese momento para su mirada que ese pentagrama. Él estaba seguro de haberla visto antes, en otro lado, en otra orquesta. Quizá había sido en la de Berlín o cuando dirigió la sinfónica de Viena. Podría tratarse de ella, pero no, eso había sido ya hace muchos años.
-Maestro Santamaría, ya todo está prácticamente listo, sólo necesitamos que ensaye con la orquesta la pieza que usted dirigirá -
-Aún no esta lista, haré un cambio más-
-¿Un cambio? Quizá no sea conveniente, ya no queda mucho tiempo-
-Volví a escribir el solo para violín-
-El que toca...
-No... –Interrumpió súbitamente- no me diga su nombre, no quiero saberlo, no lo necesito.-
Días después al llegar por primera vez a dirigir el ensayo algo estaba mal, ella no estaba ahí.
-Maestro, cuando usted quiera-
-Algo no está bien, falta una persona-
-Es el Concertino, nunca había pasado esto con ella, es raro que falte a un ensayo, nadie sabe que fue lo que le ocurrió, pero no se preocupe que ya hay quien tome su lugar-
Algo similar había sentido cuando hace diez años se supo sólo para el resto de su vida, ese vacío regresaba estruendoso a su alma, no podía creerlo, no se había percatado hasta ese momento qué tanto necesitaba de su mirada.
Y sucedió el día del concierto, cuando fue su turno de subir a dirigir el numero final, entre un estruendoso recibimiento que lo aclamaba de pie mientras él con su lento caminar llegaba por última vez hasta el estrado. Al estar frente a la orquesta tomó la batuta, levantó las manos al momento en que los músicos prepararon sus instrumentos, alzó la mirada y a lo lejos la observo, era ella, había regresado. Fue ahí que sus miradas se encontraron por primera vez en sus vidas, sus ojos se abrían reconocido, y él, acostumbrado toda su vida a la presión de miles de miradas, por primera vez en su carrera de músico no supo que hacer con la de ella, no supo donde ponerla, a donde transferirla, a donde esconderla, cómo interpretarla. Un sudor frió lo invadió, sus oídos que siempre escuchaban el más mínimo sonido ahora no escuchaban nada, todo de nuevo volvía a ser silencio. La de ella era una mirada que jamás había sentido, que jamás se había posado en él, no se podía mover, no podía hacer nada... nada.
Comenzó la pieza con un Allegro enérgico, para después continuar con un pasaje Maestoso. No dirigía para el público, dirigía para ella. En ocasiones levantaba la mirada por sobre el atril, eran esos los ojos más tiernos, más dulces, quizá como los que había visto Mozart al escribir su concierto para piano numero 21. No era la música, era lo que ella hacía con la música, con su música.
Llegó el momento de su solo. Él nunca supo si lo había conseguido, si ella había logrado entender que en esas notas ya se le estaba yendo la vida entera hacia su última musa.
Al terminar el concierto estaba agotado, sentía como si hubiera dejado en el escenario un peso que hubiera estado cargado durante toda su vida. A punto estaba de irse cuando una voz que jamás había escuchado lo detuvo, volteó y por primera vez quedó a merced de su mirada, ya no había atriles donde esconderse ni sonidos que se interpusieran, era él solo, sin poder hacer más que intentar no olvidar su propia respiración.
-Maestro, disculpe, ¿podría darle un abrazo?-
-No, yo preferiría que no, existe una gran posibilidad de que no la volviera a soltar-
-Yo podría correr ese riesgo-
-Pero yo no-
Esa voz desconocida sonaba familiar en él, la miró por última vez queriéndole decir que su único deseo para el resto de su vida era que ella jamás lo dejara de mirar así, de esa forma en la que inyectaba vida a su ya decadente figura, con ese par de ojos que todas las mañanas al despertar se repetía que eran los más hermosos que él jamás había visto. Pero no pudo decir nada, en su lugar sólo articuló palabras que no correspondieron en lo más mínimo a su forma de sentir.
-En lugar del abrazo le daré un consejo, concéntrese un poco más en la partitura-
-Escribió un pasaje hermoso-
-No lo escribí para usted, lo escribí para sus ojos-
-No se cómo agradecerle-
-No tiene que hacerlo, ellos ya lo hicieron-
El anciano se cubrió la espalda con su gabardina negra y con ayuda de su bastón caminó despacio por el largo pasillo oscuro, rumbo a la salida en donde García ya lo esperaba, esa seguramente sería otra larga noche. Ella en silencio sólo miró su encorvada figura alejarse.
Una semana después el músico murió, y en su mente únicamente lo acompañó el sonido de un violín y la imagen de un par de ojos mirándolo fijamente.
By Marco Polo Pérez Xochipa
Glosario de términos:
Matizar: Combinar adecuadamente distintos colores y tonos
Batuta: Vara pequeña y fina que usa el director de una orquesta o de una banda
Compás: Unidad de tiempo de una composición musical, constituida por un número determinado de valores rítmicos (negras, corcheas, etc.) y formada por tiempos fuertes o débiles, según se acentúan más o menos
Adagio: [se pronuncia aproximadamente 'adayio'] Indica que una composición musical o parte de ella debe interpretarse con un tempo o ritmo moderadamente lento
Forte: En música, se emplea como acotación interpretativa para indicar que un fragmento o una pieza deben ejecutarse con fuerza o intensidad
Piano: En música, se emplea como acotación interpretativa para indicar que un fragmento o una pieza deben ejecutarse suavemente, con poca intensidad
Concertino: En una orquesta sinfónica, el concertino es el solista de la sección de violines primeros.
Compas de espera: Tiempo en el que se guarda silencio esperando para regresar a la interpretación.
Puntillos de repetición: Nomenclatura musical al final de un compás que indica que la pieza se repite desde el inició
Da capo: Expresión italiana que significa 'desde la cabeza' o 'desde el comienzo', y se usa en música para indicar que, en un momento determinado de una pieza, se ha de volver al comienzo y repetirla hasta un determinado compás o entera, hasta el final.
Solo: Obra musical que es interpretada por un solo instrumentista o en la que un cantante o instrumentista tiene un papel predominante.
Partitura: Representación gráfica de una composición musical, constituida por una serie de pentagramas en los que se colocan las notas y en los que se dan las indicaciones pertinentes sobre ritmo, carácter e intensidad.
Corcheas, negras, blancas: Unidades de medición musical.
Pentagrama: Serie de cinco líneas horizontales y paralelas, situadas a igual distancia unas de otras, que sirve de pauta para escribir sobre ellas las notas musicales
Allegro: Del movimiento musical moderadamente vivo, alegre.
Enérgico: Con energía
Maestoso: Majestuoso