El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

sábado, 31 de diciembre de 2011

Abrazos para el 2012

Cuando no tienes oportunidad de abrazar a toda esa gente que quieres, basta con que abraces a una sola persona, todos estamos conectados con alguien más, así al final todos estaremos abrazados.

Feliz 2012...


(Una vez que te agarran ya jamás te sueltan)

lunes, 26 de diciembre de 2011

4 años de Nimbus

Enrique Quezadas escribió: "Cada cual sostiene al mundo que le angustia y da poder al coco que le asusta" Este espacio, junto con estas letras, sostienen a dicho mundo... y el coco está más fuerte que nunca.
Las gracias nunca serán suficientes...
Las letras se crean, se crían, se creen y se croan... Gracias por 4 años.

viernes, 11 de noviembre de 2011

11 del 11 del 11

Este año se me negaron las ideas (las de la Ciudad de las Ideas, no las propias) pero el premio de consolación fue el congreso: Despertar de la Conciencia 11-11-11, y que este capicuismo de números traía. Las ideas despiertan la conciencia y viceversa, por lo que asistí a la ponencia de Silvia Olmedo en busca de alguno de esos dos detonadores antes mencionados. Ella guapa como en la tele, hablando de los misterios del amor y la sexualidad igual como en la tele, interesantes ideas que reafirmaban en su mayoría cosas que ya tenía noción... como en la tele. Al terminar la conferencia recordé que en la entrada habían mencionado que al final el autor de un libro daría una breve platica sobre su obra que hablaba de los mantras mexicanos, así que mientras la mayoría salió del recinto a que Silvia Olmedo les firmara algunos ejemplares, yo me pasé hasta adelante para escuchar a Prem Dayal hablar sobre su último libro.
Siempre me ha gustado la forma en como los autores hablan de sus obras, y Dayal en un atropellado pero florido español, aprendido después de vivir diez años en Coyoacan, lo hacia expresarse de una manera que en Italiano, su lengua materna, no lo hubiera podido hacer, lo que me puso a pensar que son los extranjeros quienes tienen más libertad de usar las expresiones que a nosotros mismos se nos censuran.

Hace ya 5 años que experimenté algo similar en un viaje a Hong- Kong, cuando en una cultura que no conoce nuestro idioma, los mexicanos que ahí estábamos después de algunos días nos sentimos libres de decir groserías por todos los lugares en donde llegábamos a estar, y a esa sensación de sentirse como en casa por usar el "pinche" para todo, se le unió el de la libertad que da el usar palabras para expresar pensamientos y emociones que normalmente no ocupas (por lo menos no de la misma manera) en tu país. Fue en ese mismo contexto que de visita en un templo budista se podía tomar material de consulta, libros, imágenes y audios para adentrarte y conocer más acerca de la religión, lo que me hizo tomar un poco de todo pensando en lo que me estaba ahorrando en suvenirs. Dentro de esos recuerdos estaban las grabaciones de los primeros mantras que conocí, interpretados por los mismos monjes del lugar.

De regreso con Prem Dayar, se abordaba la idea de Dios, o Diosito como él lo llamaba; manejando una idea alejada de alguna doctrina religiosa y poniéndolo en un nivel más fraternal, sin iglesias intermediarias. La premisa trataba de que en el transcurso de nuestra vida vamos dejando la autenticidad del alma infantil, piezas únicas que los alquimistas de sociedad gustan de convertir todo en un fenómeno de masas, transformándonos así en adultos llenos de apegos. Esta idea contenida en el budismo tibetano siempre la he considerado básica dentro del esquema de la felicidad, pero pocas veces están a tu alcance las herramientas para desapegarte y purificarte. Fue entonces cuando Prem habló sobre esa medicina que es nuestra aportación nacional, que él  mismo enseña y llama los tres mantras mexicanos, que los mismos budistas tibetanos aprenden y practican y que ahora están llevando hasta su país.
Dentro de la meditación, (que él la concibe como el camino para volver a ser quien eres) el primer mantra que comienza el proceso de liberación del espíritu e inicia el acercamiento con Dios, es para tratar de regresar a la inocencia a través de soltar ideas, ideales, entonces el mantra del desapego es: "Me vale madres". El siguiente mantra mexicano es el de la purificación, preparándonos para el encuentro con Dios, y éste es: "A la chingada", descargando así la frustración que debemos sacar en encuentros privados y nunca con alguien más. Y para cerrar el mantra del diamante, como él lo llama, donde México se vuelve refinado y que menciona que en ningún idioma ha encontrado palabra para expresar este sentimiento; entendiendo que los problemas y tu idea de ellos son los que te alejan de la realidad, y es cuando el mantra de la desidentificación es: "No es mi pedo".
Este conjunto de mantras mexicanos de desapego, purificación y desidentificación, trabajados en sus talleres de meditación, buscan llegar a ese momento de luz en el que te encuentras con la nada, entonces se llega a la ley universal que él llama: "No hay pedo".
Los 25 minutos de Prem Dayal fueron lo mejor de la noche, escucharlo me reiteró mi idea sobre la fuerza de las palabras, al tiempo que recordaba que era el cumpleaños de una amiga y me dije, total, me vale madres, no es mi pedo y me fui a tomar vino gratis a la venta nocturna del Palacio de Hierro.

(Por cierto Ale, si estas leyendo esto: ¡Feliz cumpleaños!)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los ensayos con Sabina

En algunos lugares cuando alguien se va a dormir dice que se va a ensayar un rato la muerte... 
Yo vivía desde hace algún tiempo con un fantasma (y quien no?) con un duelo no resuelto que llenaba vacíos y que acaparaba una atención que jamás me llegó a exigir. Si me pusiera romántico podría decir que era el mismo fantasma que se hacía más fuerte cuando yo lo extrañaba, que me endulzaba el café y que me susurraba al oído todo lo que escribía. Pero si fuera todo lo opuesto, podrá decir que me jodía la vida, que me asustaba y que se me aparecía en los peores lugares. Es decir, uno de esos espíritus chocarreros el cual tenía que exorcizar con la ayuda de alguien, y fue como este año el que la hizo de sepulturero fue Joaquín Sabina, quien en cada canción hacia un exorcismo. No había mejor sacerdote que él ni mejor iglesia que su concierto. Fue entonces cuando el fantasma me dejó de poseer junto con una lagrima en medio de este verso:

"Que no te compren por menos de nada,
que no te vendan amor sin espinas,
que no te duerman con cuentos de hadas,
que no te cierren el bar de la esquina..."

Desde entonces todo se a vuelto más ligero, desde entonces la princesa de la boca de fresa se fue para dar el lugar al pirata cojo, el mismo de antes, el de la pata de palo, el parche en el ojo y su cara de malo.

Así es como a pocos días después de su presentación escribo esto desde un café en el centro de la ciudad, donde ha coincidido en esta víspera de día de muertos un desfiles de catrinas con el de la santa muerte. Estas fechas me saben a vida, a comienzos, y el fin de año me huele a pausas, a inminentes finales que de nuevo me toman por sorpresa.
Yo no quiero un fantasma colgando de mi atención, lo que quiero es un recuerdo en forma de libro, uno que después de recordar por las noches antes de dormir pueda dejar en el buró y retomarlo después, cuando quiera desde donde haya puesto el separador, para al final terminarlo y ponerlo en el librero junto a los demás recuerdos.
Mientras eso ocurre, mientras que los fantasmas se nos sigan apareciendo para darnos vida, yo prepararé el siguiente año una ofrenda y seguiré asistiendo a mis ensayos de todas las noches.
  

"Todas las cosas tienen que pasar, todas las cosas tienen que irse..."
George Harrison "All thing must pass"

miércoles, 19 de octubre de 2011

La lenta mano de Dios. A 10 años de Clapton

Alguna ves me hablaron sobre una persona cuyo nombre apareció escrito en un muro detrás de un club en Londres y que hacia esta revelación: Clapton es Dios.
Comenzaba la década del 2000 y la idea de que McCartney regresara a México en ese momento estaba cada vez más lejos. Fue por eso que cuando se anunció el Reptile World Tour no pudimos dejarlo pasar, Clapton era el único después de Paul que podría rescatar la magia que ya estaba comenzando a olvidar a lo que sabía.
Fue a finales de ese 2001 que un amigo mio no quiso dejar pasar la oportunidad de ver a uno de sus ídolos en vivo y ahora con el plus de la compañía de alguien especial. Así fue como la invitó a ella, quien en ese momento lo tenía vuelto loco, y a lo que ella sin pensarlo mucho accedió, (yo creo que sin conocer nada del pedazo de músico que estaba a punto de ver)
No era un Beatle ni un Stone, era solo el "slow hand" con alma de blues, tal vez producto de la tristeza de perder a su hijo Conor de tan solo 4 años de edad al caer de un edificio en Nueva York, o de enterarse que quien creía que era su hermana realmente era su madre y sus papas sus abuelos. Entonces musicalizar tragedias hasta ese momento paso del masoquismo a volverse todo un arte.
Llegó el 19 de octubre, ese día del concierto mi amigo y ella estaban muy juntos, él de lo más cariñoso y ella... pues a ella yo la vi normal, la verdad es que yo iba a corear "Tears in heaven" y lo que ellos hicieran no me importaba mucho. Aunque quien no los conociera diría que ya eran novios, obvio yo sabia que eso no era cierto, aunque deseaba que sucediera, es decir, qué mejor lugar para declara tu amor a alguien que teniendo de fondo y en vivo "I don't wanna be lonely tonight"...
No tenía idea de quién abriría el concierto, y cuando supe que era Toto obviamente solo existió Hold the line y África en mi cabeza, ignorando hasta ese momento el jazz que ellos tenían. Entonces apareció Eric, camisa azul y pantalón caqui, saludando con esa "mano lenta" que no tardaría en tocarnos a todos. Recuero que le decía a mi amigo que cuando me muriera quería que tocara esa melodía en la guitarra que tanto me gustaba, y me dijo ahora la escucharas en vivo, entonces la parte final de Layla llenó una de esas clásicas lunas de octubre. Al final había que presentar a la banda, así que al ritmo de "Over The Rainbow" fue nombrandolos uno por uno, al mismo tiempo que el ritmo iba marcando el momento en que todo el público iba iluminando el Foro Sol con miles de encendedores junto con el verso "...and the dream that you dare to why, oh why, can´t I?..."
El concierto acabó, mi amigo y su acompañante se veían muy cariñosos, él compró souvenirs para ambos, todo lo necesario para que ella no olvidara esa noche, después el camión que nos traería de regreso a Puebla se descompuso en un tramo boscoso de la carretera donde las estrellas se veían claras. Yo me dormí y no supe nada, aunque no era difícil imaginar que ellos hacían lo mismo abrazados aún con "Layla" en su mente. Cuando llegamos se despidieron y cuando le pregunte qué había pasado él me dijo que nada, que ella aún estaba indecisa sobre tener una relación. Eso no hubiera estado tan mal sino es porque al siguiente año hicieran exactamente lo mismo en el concierto de McCartney.
Ahora, una década después, había una posibilidad de que Eric Clapton regresara a Mexico con su "Slow Hand Tour" a lo que mi amigo seguramente querrá comprar de nuevo dos boletos, entonces volver a llamarla para hacer eso que debió hacer hace diez años, decirle: ¿quieres un boleto? Pues primero vas y chingas a tu madre!!!... Y ya después mejor me invite a mi, que yo por lo menos lo apreciaría más.
El disco que la gira del Reptil 2001 arrojó, logró capturar el sentimiento que Eric Clapton ha acumulado a lo largo de su vida, cuando estuvo a punto de volverse un Beatle por orden directa de Lennon, cuando enamorado de la esposa de su mejor amigo Harrison y una historia de una princesa persa le inspiró a escribirle "Layla", cuando la muerte de su hijo le hizo cantar "Tears In heaven". Clapton es Blues y rock sin el roll, es la balada y es el sentir que el dolor a través de la música tiene sentido de nuevo.
Un auto más, un viaje más; hacer maletas de nuevo y salir otra vez al amanecer para volver a hacer eso que se sabe hacer bien.
En alguna noche y con la única luz que den un par de velas, el de la mano lenta que llamaron Dios me guiará en un baile con ella, mientras le cante al oído "Ho my darling, you are wonderful tonight..."


lunes, 26 de septiembre de 2011

Un Pellizquito

"No hay rincón en esta casa que no te haga regresar..."
-Drexler-


"Hoy es un buen día para morir..." fue lo primero que pensó al abrir sus ojos mientras se tomaba un momento más en su cama, quieto, mirando todo a su alrededor como reconociendo el nuevo lugar en el que despertaba. Respiraba profundamente, miraba la hora y se levantaba despacio. Marco abría sus cortinas aunque aún estuviera oscuro, siempre despertaba antes de que saliera el sol, después lavaba su cara y se quedaba un momento observando el reflejo de sus ojos en el espejo del baño, aún podía reconocerse en su mirada. Mientras desayunaba miraba el teléfono esperando a que sonara, después revisaba el buzón de su correo pero desde hacía años que ninguna carta llegaba.
Al terminar de desayunar salía antes de que la mañana se hiciera totalmente presente, se ponía una bufanda y una vieja gorra negra. Caminaba lentamente con su bastón hasta el malecón donde una banca frente al mar se había vuelto su mejor lugar para ver moverse al mundo. Miraba los barcos, a las gaviotas y al cabo de un tiempo regresaba a su casa, no sin antes echar una mirada a lo lejos como en busca de algo, sus ojos cansados aún estaban seguros de que a pesar de los años, aún la podría reconocer si la volviera a ver.

En su regreso volvía a pasar por los mismos lugares, saludaba a las mismas personas y terminaba llegando a comer al lugar de siempre. Después en casa daba alpiste a sus canarios, ponía sus viejos discos de tangos y volvía a mirar al teléfono. Leía el periódico, se tomaba una copa de anís y cuando el sol comenzaba a ocultarse salía a fumarse un cigarro. Antes de acostarse se cercioraba de que el teléfono junto a su cama estuviera bien conectado y diera línea, miraba la maquina contestadora siempre indicándole que no había mensajes, volvía a lavar su cara y a mirar el reflejo de sus ojos, como una prueba diaria de que aún sabía quien era. Desde su cama apagaba la lámpara, junto a él, en su buró, permanecía la misma carta de papel gastado donde ella le había prometido regresar pronto, diciéndole que la esperara, que no tardaría nada, sólo un pellizquito.
Entonces Marco se volvía a quedar dormido.





"Todo hombre se parece a su dolor: al dolor más antiguo que haya sufrido, el primero que le haya resultado insoportable, del que no quiere saber más nada"
-Ignacio Solares-

sábado, 13 de agosto de 2011

La gracia del retiro

Jorge Bucay escribió sobre lo difícil que es para muchas personas saber pedir, y aunque es vital nunca nadie te enseña, y cuando lo haces pudieras tener cierto sentido de culpa cuando todos los demás también te dicen que no lo hagas. En ese mismo plano se encuentra el retirarse, saber despedirse. Parecería que esta idea esta relacionada con el rendirse, lo cual es completamente falso. Creo que la idea de ambas cosas, pedir y retirarse, es mejor cuando tiene esa dosis de gracia, de saber hacerlo en el momento preciso (que precisamente el chiste es saber cuando)
Fue en el radio cuando escuché que el rockero Miguel Ríos se jubila y prepara su respectiva gira del adiós. Nada especial sino fuera por la canción donde (dependiendo del lugar) se acompaña por rockeros locales para cantar lo que es la canción de la despedida. Simplemente me pareció genial y nostálgica la manera en como los amigos del gremio le dicen sale pues, aquí te cuidamos el changarro, ahora que canten los demás. Sabina, Fito, El Tri, la Ley, Charly García, Fher entre otros le darán la despedida.
Todos en algún momento tendremos que irnos, eso es inevitable, y así nos desgatemos e invirtamos tiempo en como hacer para quedarnos o para perdurar, la ida será inevitable. Entonces lo mejor es hacerlo con estilo, ritmo, música y con gracia, como sugiere el Señor Ríos.
"Dejarlo a tiempo es una gran victoria, quiere aprender a vivir otra historia..." Créanme, así hasta da gusto irse, así que comencemos a buscar nuestra canción de despedida.




Ya lo decía Sir Paul McCartney con su Memory Almost Full... aún me quedan megas en la memoria para 15 minutos de gloria...

domingo, 17 de julio de 2011

Me gusta estar al lado del camino... (Abbey Road)

Sólo unos genios podían hacer de algo tan común como cruzar una calle, una obra de arte que se ha vuelto un icono de la cultura y de la música a nivel mundial. Una de las portadas más parodiadas de todos los tiempos. Para muchos es una Opera Rock, con personajes bien delineados y una secuencia musical que te cuenta una historia, que te convocan desde el inicio a ir juntos hasta llegar al fin (analogía sólo para conocedores) Para otros contiene una serie de pistas y claves escondidas sobre la muerte de Paul, para otros más es el mejor disco de los Beatles.
Contiene la mejor canción de amor escrita por Harrison en los últimos tiempos según Frank Sinatra. George compuso “Something” para su esposa Pattie Boid y “Here Comes The Sun” un día en que por fin en la nublada Inglaterra salía un poco de sol, entonces no llegó a la sesiones de Abbey Road y se fue a la casa de Eric Clapton a escribir, después Eric se quedaría con su esposa.
Este es un disco simbólico, que anuncia uno de los finales más míticos, último disco, el ultimo track,  la última estrofa, y cerrando con: -Y al final el amor que tu tomas será igual al amor que tu hiciste-" Después de eso Los Beatles dejaron de existir.
Para cerrar debo confesar que ver este promocional anunciando el Rock Band fue una epifanía, como cuando tus sueños te dan miedo al volverse reales, de momento fue como estar ahí, llegando con todos, coincidiendo, encontrándonos en Abbey Road caminando a un mejor lugar, Come together right now over me…



Y desde entonces cruzar una calle no volvió a ser lo mismo.

domingo, 10 de julio de 2011

Un nombre en tres canciones

La importancia de llamarse Marco Polo... como el Ernesto de Oscar Wilde. Y la verdad es que de niño nunca me gustó mi nombre.
Pongo uno de los acetatos que me regaló mi amigo Beto, la música de los Beatles que suena como originalmente fue concebida, con un seseo que da al inicio de cada canción el clásico sonido "viejito", hoy los cd´s y el iPod pueden esperar, dejemos que este vinil me regrese al día de mi cumpleaños.

Polito era un pajarito que se moría o se escapaba, algo así me decía mi hermana, y el día de mi cumpleaños me preguntaba si eso era verdad, así que busqué la historia de ese pájaro que cantaba Cepillín. No había fiesta o reunión familiar en la que alguien no me la recordara, de hecho a la fecha lo siguen haciendo. Este fue el resultado:



Con el tiempo seguí indagando en el origen de mi nombre, y ahora que ha pasado poco más de una semana de mi cumpleaños, lo recuerdo perfectamente: Yo preguntándole a mi padre ¿porque Marco Polo? y él me decía que en 1968 cuando era estudiante en el DF asistió a un mitin estudiantil, en medio de ese desorden un tipo greñudo y barbón subió al escenario y en un piano tocó “Let it be”. Después se enteraría que el nombre de esa persona era Marco Polo, así que pensó que sería buena idea nombrar así a su primer hijo.
Polito creció y se encontró en otra canción, de manera muy accidental, que es como se encuentra lo genial, es decir sin buscarlo, así fue como me quité eso del pajarito que movia la colita y me cambié al niño que siempre se iba de casa, así me encontré con esto:



Cuando me entré que “Let it be” de los Beatles no apareció sino hasta 1970, supe que mi padre me había engañado, lo que realmente no fuer tan malo, esa fue la primera gran historia que tenía que ver conmigo, y que historia no tiene su grado de mentira.
Ahora suena “Doble Fantasía” de Lennon, el último disco que sacó cuando yo tenia sólo 3 años. Finalmente después de la evolución del pajarito que buscaba libertad, a la del niño que se la vivía soñando y que tenía que se volverse hombresito (palabra que siempre me disgustó) llegaría la mejor versión del Marco Polo, la del mercader embustero, prófugo de las comunas, narrador de cuentos chinos, aullador de la luna y coleccionista de piedras. El viaje termina aquí:



Pasteles musicales, pasteles en familia, pasteles con letras y al final uno con vino, todo eso pasado por las lluvias de la temporada, ahora sólo me queda esperar por una celebración…
Sigo empeñado en no festejar mi cumpleaños pero ahora Facebook parece reinventármelo, así que prefiero seguir contestando todos los mensajes y dejar que la gente que me quiera buscar, me encuentre fácil, porque cuando se llega a este punto no queda más que ser accesible para todos esos abrazos que llegan de todas partes.

Gracias a todos por el fuego…

domingo, 19 de junio de 2011

Caerse en el amor

Los 500 days of summer Vs las 500 noches de Sabina
Queremos amar con palabras que no son nuestras de maneras que no siempre entendemos, en idiomas que no conocemos, con expresiones que generalmente no ocupamos… 
Es por eso que el idioma le da una connotación diferente al sentido de las palabras,  en nuestro basto español decimos enamorarnos, pero en ingles es “Falling in love”, que es literalmente  eso: Caer en el amor.
Nada me hacia pensar que 500 días con ella se trataría de una de esas películas en las que comienzas a encontrarte a ti mismo entre frases y situaciones que te hacen decir: Yo también hice eso.
Alguna vez me paso algo similar cuando para ponerme un ejemplo de vida tuve que ver una película llamada "La ultima virgen americana" donde el cliché del sufrimiento por amor aún no se hacía tan rentable como ahora, y trataba de relacionarse más con el cine de arte. Pero lo que más recuerdo de esa película es el final: La cara del protagonista (que era el "amigo") cuando la chica que nunca fue su novia (pero que él pensó que lo serían), le agradece por todo lo que hizo por ella en los momentos difíciles de su vida para después elegir quedarse con el rudo deportistas chico malo que originalmente la había hecho sufrir; él se aleja en medio de la oscuridad de una calle mientras van saliendo los créditos de la cinta.
 Pocas son las películas que tienen esos argumentos que parecen haber sido tomados tal cual de algún momento de nuestra vida, y como todo esto se trata de hacer una conexión con algún tema actual, ahora me vuelve a pasar con la película "500 Days of Summer" que de haberla visto hace un par de años tal vez me hubiera hecho entender mejor ciertas cosas que a los cinco minutos seguramente habría vuelto a olvidar. Una de ellas hubiera sido comprender lo que ahí llaman el "Efecto Summer"; el cual se podría entender como: "El poder que tiene una persona de alterar todo a su alrededor, con la particularidad de que nunca se da cuenta".
Como también podría ser el hecho de entender como algunas personas pasan inmediatamente del “no quiero ser nada de nadie” o “ahorita no quiero andar con alguien”; a ser la esposa o novia o el algo de alguien que obviamente no eres tu. O que de pronto una mañana estando ella junto a alguien más, se de cuenta de ese "algo" que nunca llego en una mañana similar cuando estaba contigo. Y ahí queda uno llenándose de preguntas cuando ya es otro quién se convierte en la persona que tiene todas las respuestas.
Pero de las cosas mas... podríamos decir, "educativas", es la parte en la que Tom hace evidente su papel de personita especial que en algún momento (cuando evidentemente ya no importa) le enseña algo a ella. Es un hecho que en las relaciones se enseña y se aprende, pero ese argumento al final de las relaciones llega ser tan inocuo y a la vez tan lastimero que por muy verdad que pueda ser, yo creo que se podría hacer un intento por prescindir de todos esos eufemismos, por lo menos en ese momento en que lo que se trata de mantener es por lo menos la dignidad. Finalmente la película termina como empezó, dando a entender que esto se trata de ciclos en los que si bien nos va, aplicaremos algo de lo aprendido.
De manera particular, si se trata de abordar esos idilios borrascosos prefiero la visión europea, que me llegó en estos días de incubación de letras con “Los Abrazos rotos” de Almodóvar y la  aún mejor, “No mires para debajo” de Eliseo Subiela, esa definitivamente ya es otro nivel.
Queremos amar con palabras que no son nuestras, refiriéndonos a emociones que no siempre tenemos claras, de maneras que no siempre entendemos, en idiomas que casi nunca son los propios. Caer en el amor (Falling in love) sigue siendo la mejor manera de nombrarlo. Y mientras yo me sigo haciendo aficionado a los finales tristes, quizá sea por eso que comienzo a oler cada vez más a soledad.
Algo cabalístico debe tener los 500 días con ella, que junto con las 500 noches de Sabina, no pueden ser coincidencia.



miércoles, 4 de mayo de 2011

El último final feliz (Platicas de Taxista un 4 de Mayo)

Que pinche calor hace verdad joven? -Me decía el taxista mientras metía segunda- Si si, hace dos años no hubo desfile por eso de la influenza, que a mi se me hace que era cosa del gobierno... -Era exactamente la noche del 4 de mayo, yo seguía sin decir nada- Si le digo, como se va el tiempo verdad? ya tan rápido pasaron dos años y mire, vamos por otro desfile. -Yo sólo oía fragmentos de su platica sin sentido, se suponía que cada 4 de mayo nos volveríamo a tocar desde el lugar en donde estuviéramos, esa fue alguna vez la promesa, desvelarnos juntos para después irme yo y quedarte dormida tu.

Si le digo mi joven, y que? ya de la chamba? -Yo decía a todo que sí mientras recordaba, ¿que tal si por ser de nuevo 4 algo pasa? y entonces mirando por la ventanilla pensaba que podríamos elegir un día, uno de tantos del año para permitirnos ser no como quisiéramos, sino dejarnos llevar y fluir quitándonos de encima nuestra gastada formula ganadora. Y entonces jugar al cursi, al patán, jugar a llorar por todo y pretender realmente que lo bueno que les pasa a todos me pudiera pasar a mi también. Y de una vez por todas comprarme por fin un final feliz, para que ahora pudiese ser el héroe de esta película papá, el bueno que se queda con la buena, el que salva a la princesa. Y jugar a llorar con las películas de Crepúsculo por ese gusto de ver en una misma cinta los tres mitos favoritos: los hombres lobo, los vampiros y el amor.

Jugar a que hoy 4 vuelve a sonar el celular, a que hoy si llega el mensaje en la botella... Jugar a platicar para ponernos al día y pretender recuperar el tiempo perdido con una serie de noticias atrasadas estilo platica de taxista, de las cuales nunca más volvimos a platicar.
Si le digo mi joven, la situación esta cada día más difícil...-Y yo solo quiero jugar a que busco el último de los finales felices, y entre broma y risa, en una de esas, ese final juega a que también se encuentra conmigo.-

Hoy estaré atento a todo, es 4 de mayo y no quiero pasar desapercibido ningún detalle, como cuando hace un año antes de subir este escrito todavía te asomaste.






viernes, 22 de abril de 2011

NARITA Cap. V

V

Es mi última noche antes de regresar, en la recepción reviso mi mail y veo que no hay mucho que leer, algunos que me desean buen viaje y otros que ni siquiera saben que estoy lejos de casa. Cerca del lobby miro una cabina telefónica, debería marcarle a alguien, tengo tantas ganas de hacerlo pero por el horario es probable que no encuentre a nadie, desearía que alguien me fuera a recoger al aeropuerto, nunca nadie lo ha hecho. Me quede con las ganas de regresar al templo de Narita y comprar algo, lo que sea que me haga recordar ese hermoso lugar y llevarle algo a mi abuelo. No hace falta empacar mis cosas, todo lo que uso lo vuelvo a guardar, casi no he desacomodado nada. Taro llega esa noche para cenar conmigo y queda de llevarme al aeropuerto por la mañana, aprovecho para agradecerle y hablar más de su vida en ese lugar. Me dice que le gusta, que se siente bien y que lo único que le falta es honrar a sus antepasados casándose y teniendo descendencia, pero por su ritmo de trabajo tan similar al mío no ha tenido oportunidad de conocer a nadie. Sé de lo que habla.

Acostado por última vez en esa cama recuerdo cuando pasé los cinco minutos más mágicos de mi vida estando debajo de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y por fin saber a lo que olía ese lugar. Pasa por mi mente el momento en que compré los mejores libros de Picasso frente a la fuente de Neptuno en Madrid, de cuando tomé un café en las calles angostas de París, de las noches en Roma, los jardines en Alemania, de las caminatas por las playas del mar adriático y del mediterráneo, del centro de Hong Kong y de su Buda gigante, todos esos recuerdos me vienen siempre al final de cada viajes, pero lo que más recuerdo es tomando la mano de mi padre antes de dormir , o de mi madre llevándome por la calle y yo teniendo tanto miedo de que me fuera a soltar, ahora estoy lejos de ellos, si me vieran estarían orgullosos de mi, de cómo no sólo me solté de sus manos, si no que aprendí a caminar solo, solamente con su imagen en mi mente.
            En unos meses la empresa mandará a Taro a México, está emocionado, dice que le parece mágico, quiere tomar tequila y subir a una pirámide, también me dice que desea conocer por lo menos a una mujer mexicana, yo en silencio sonrío, lo mismo quería yo al venir a Japón. Antes de abordar le doy un fuerte abrazo, a él le gusta la gente latina por efusiva y cálida, así que me lo corresponde, nos tomamos una foto y a punto estoy de entrar a la sala de espera cuando recuerdo algo y me regreso. Tomo a Taro del hombro y le extiendo el pedazo de papel que envuelve el sueño de alguna persona de ese lugar y que mi abuelo hace años tomó. Él me mira y me hace una reverencia, es la primera vez que se pone solemne ante mí y eso me hace ver que lo que acabo de hacer es algo serio. Ojalá no sea tarde para cumplir este deseo. Ya no hay abrazos, su semblante inexpresivo me hace saber que ha entendido.
            Estoy de regreso, son casi cinco horas las que llevo en este vuelo, donde todo lo que hay afuera son nubes por encima y por debajo de notros, parece que volamos sobre alguna tormenta. Esto es intenso, elevarse y atravesar la tormenta, continuar volando sobre ella. Mis viajes ya no son como antes, ya no me apresuro a coleccionar mantitas ni almohadas de avión, sólo me siento y pido vino tinto para acompañar mi comida, sin olvidar el té ingles sin azúcar y con crema. Todo se transforma, y el simple acto de extrañar ya no es el mismo, en esa diferencia radica la grandeza, una grandeza que sólo se pude entender desde las alturas, cuando vuelas sobre las tormentas. Y pasa que ya en el avión cuando en algún momento me llego a dormir, sueño que sigo en el aeropuerto, que no he salido de él, sueño que lo recorro, sueño que vivo ahí todo tipo de situaciones, de las más normales hasta las más ridículas, ahí vuelven a aparecer todas las personas importantes de mi vida, todos juntos en ese lugar, como si estuvieran regresando o apunto de partir. Y de esta menara el sentimiento de extrañeza comienza a ganar terreno, comienza a quitarme el poco sueño que me queda, quizá sea por eso que casi no duermo.

             De nuevo mis horarios están cruzados, de donde venía eran las 5:10 p.m., y a donde voy son las 10:15 a.m. El choque entre el sueño y el insomnio no tardaran en aparecer, ya me parece estarlo viendo, nada que no haya vivido antes, eso espero. Me encamino a ser de nuevo un extraño, me veo durmiendo en todos lados menos en mi cama, enfermándome del estómago, volviendo a acomodarme a los horarios, al transporte, a los cambios de moneda, eso es lo primero con lo que haré contacto antes que con cualquier otra persona.
La pista de aterrizaje de la ciudad de México es impresionante, no sé si descenderemos sobre una calle o sobre algún centro comercial. El avión ha tocado tierra, algunas personas aplauden, de nuevo hice todo lo que posible pero no pude evitar este regreso. Llego a mi casa, todo tal como lo dejé, en ocasiones me da la impresión de haber llegado a un cuarto más de hotel, creo que no hay mucha diferencia. Desde ese sueño en que la sensación de una mano azul en mi pecho me hizo pasar la mejor noche en mucho tiempo no había vuelto a estar en mi cama, la verdad le tengo miedo, no quiero volver a pasar por lo mismo, así que mejor me duermo en el sillón. Son las tres de la tarde y yo me alisto para dormir como si fueran las diez de la noche.
            A dos meses de ese viaje a Narita he podido compartir fotografías y recuerdos con mi abuelo, ya puede estar tranquilo, realicé su encargo. Ahora he sentido lo mismo que él al contarle mis historias. También me doy tiempo de repartir todos los recuerdos y suvenires que siempre ando cargando, tanto materiales como anecdóticos, comienzo a regar todo a donde quiera que voy. Se siente bien esto de terminar de regresar, por fin cumplo este deseo de estar en donde se quiere estar.
Un día después de esos dos meses llega hasta mi bandeja de entrada un e-mail, es de Taro.


De: Taro (TKH_1977@ayabusa.com)
Enviados: miércoles, 28 de julio de 2007 04:43:13 p.m.
Para: cuandovuelas@hotmail.com


                Un saludo desde Narita, espero que estés bien al recibir este mensaje. Siempre se me complicó escribir tu nombre, pero aquí en Japón tenemos la costumbre de recordar a la gente por el último contacto que nos deja, así es que te recuerdo con ese abrazo fuerte que es muy característico de tu gente. En todo este tiempo te he recordado mucho, tú sabes que por el tipo de trabajo que tenemos no tenemos mucho tiempo, así que hoy he decidido hacerme uno.
Después de dejarte en el aeropuerto de Narita me dirigí al templo de la ciudad a dejar el retablo que me regresaste en el muro de los deseos, por supuesto no lo leí, eso no es correcto. Hice una oración, unas vaporizaciones y me fui de ahí deseándote buen viaje. Hace poco más de un mes conocí a una chica, llegó hasta mi oficina y sus ojos, esos que tú dices que nosotros no abrimos, me dejaron asombrado, creo que fue algo parecido a lo que tú sentiste con ese pasajero en tu vuelo y que ya no volviste a ver, ahora puedo decirte que te entiendo. Un día salimos a disfrutar de la poca nieve que quedaba y aventarme desde la colina así como tú lo habías hecho. Cerca del templo me dijo que su abuela hace años le había dejado escrito un deseo para ella pero que nunca lo había podido encontrar. Entramos al salón donde estaba la pared de los deseos, después de volver a buscarlo encontró su retablo, era uno con un listón morado que tenía al espíritu azul guardián de los sueños envuelto en llamas. Ella debía ser la primera en leer lo que su abuela le había escrito, después me lo compartió, decía: “Acompáñala y protégela en sus sueños que son el origen de la realidad que guiarán sus pasos”. Olvidaba decirte, su nombre es Noguchi y estaba muy feliz de por fin haberlo encontrado, había llegado a pensar que su deseo se había perdido o había sido robado, era la primera vez que leía lo que su abuela le había escrito cuando ella aún era una niña.
No sé si se trate del mismo trozo de madera que tú regresaste a su lugar, yo quiero pensar que sí, así que gracias por devolverle el sueño a alguien. Ahora estamos saliendo, no sé que pase con nosotros, pero deseamos seguir estando juntos. Fue por eso que ayer, que es el día en que la gente regresa al templo para hacer el ritual de los deseos, he pedido uno para ti. No te puedo decir que pedí hasta que tú regreses a leerlo, aún así pido con todo mí ser que mis plegarias hayan sido escuchadas. Tú devolviste un sueño que me alcanzó a tocar y ahora yo te envió otro que ojalá te toque pronto.
Cuídate mucho amigo y que la luz de tus dioses, que no son muy distintos a los míos, guíen tu camino.                                                                                                                       
たろ あやぶさ


Era una tarde lluviosa de abril cuando regresé de Los Ángeles, estaba mirando dar vueltas a la banda del equipaje, esperando que el primer objeto familiar que pueda ver sea mi maleta. Salgo a la sala de espera, nadie me espera. Estoy a punto de salir a buscar un taxi cuando mi hombro siente que alguien me llama. ¿Perdón, tienes un chicle? tengo un oído tapado. Claro, siempre tengo uno. ¿Llegas a o te vas? Aún no lo sé, creo que llego y también creo que pronto estaré de nuevo aquí para irme. ¿Y ahora a donde iras? Aún no lo sé. Janete me mira como la primera vez que nos encontramos en ese vuelo, yo en silencio me doy cuenta que aún me falta mucho por conocer, no he entrado al museo de Louvre ni al del Prado, no he estado en una balsa en medio de un lago en Suecia ni he caminado por las calles de Austria. ¿Y tú si sabes a donde irás? Sí, ya he visto mucho de afuera, quiero ahora ver otras cosas, y creo que antes de volver a salir tú deberías hacer lo mismo, deberías conocer más cosas de tu país. Creo que tienes razón, no he ido a la guelaguetza ni he comido chapulines, no he subido al Popocatepetl ni he acampado en Cuetzalan. ¿Ves? deberías comenzar por ahí, yo te podría mostrar.
Mi sueño se cumple cuando vuelo, no hay mucho que pensar, accedo a que ella sea mi guía en este viaje, en mi primer viaje al interior.
Nada como estar en casa y nada como desear volver a salir.

FIN


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viernes, 15 de abril de 2011

NARITA Cap. IV

IV

El pueblo de Narita es pintoresco, pequeño, hermoso, prácticamente una aldea con calles angostas y la arquitectura tradicional japonesa, seguramente a Janete le encanaría. La gente abre sus negocios y venden todo tipo de cosas, hacer el sushi aquí es todo un arte, los pequeños mercados venden todo fresco y vivo, la artesanía está por todas partes. Todos son amables y siempre están sonriendo, yo no entiendo mucho de lo que me dicen y sólo les regreso la sonrisa inclinando mi cabeza. Por fin llegamos al templo del lugar, desde la entrada los monjes nos dan la bienvenida, yo junto mis manos y me inclino ante todo tratando de volverme una más de las personas que ahí están, hago vaporizaciones de un cáliz que emite un humo blanco que según Taro purifica el alma. Las pagodas eran el tipo de construcciones que me faltaban visitar, son impresionantes, y la sensación de haberlo vivido en un sueño pasado volvía a mí. Después puedo presenciar una ceremonia en donde al quitarme los zapatos he hincarme en el piso me vuelvo uno más del resto. Ahora si, ya he llegado, ya me siento japonés, no cuando aterrizó el avión o desempaqué en el hotel, sino en este momento que me confundo con al gente y ésta me acepta en sus ceremonias, más que religiosas, sus ceremonias cotidianas; ahora siento que hasta mis ojos están rasgados. El cielo esta despejado, la nieve esta por todas partes al igual que el frío, pero este no es frió, frió el de Lyón, donde el agua se congelaba en las fuentes, donde conocí por primera vez las bajas temperaturas; y para lluvias las de Roma, diferentes a las de París y pero tan parecidas a las de Puebla.
Taro camina despacio, el respeto se le nota hasta en la forma de desplazarse ¿Ve esas construcciones allá arriba? es ahí donde la gente va a hacer sus peticiones, toma un retablo dependiendo a que espíritu quiere pedir el deseo y lo escribe, después hay un muro en donde se ponen todos los deseos, los turistas comúnmente toman retablos en blanco, pero tu abuelo debió haber tomado uno de la pared en donde están los deseos que esperan por ser cumplidos.
Seguía caminando y sin darme cuenta nos encontramos en la entrada de un pequeño bosque, el sonido de un río armonizaba el ya apacible ambiente, los árboles salían del agua, nunca había visto eso, sólo faltaba que música de bambús, que ya estaba imaginándome, lo inundara todo. Atravesando un arqueado puente de piedra apareció una gran pendiente cubierta de suave nieve, diferente a la que estaba en el piso resbaloso del templo. Sin pensarlo mucho pedí a Taro que me disculpara y desde la parte más alta me dejé rodar colina abajo. Acostado en la nieve me tomo un momento para disfrutarlo, la respiración agitada sale de mi boca que sonríe bajo unos ojos muy abiertos que tratan de guardarlo todo, Taro a lo lejos sonríe también y me toma algunas fotos, difícil ver a un japonés sin una cámara.
De vuelta en el hotel me doy cuenta que aún conservo el retablo del demonio azul, el guardián de los sueños como Taro lo llamó. ¿Habrá sido su presencia la que sentí en medio de ese sueño que tuve antes de venir? en esa noche en la que supe vendría hasta estos lugares. Ya es lunes, Taro me lleva hasta el centro de Tokio, realizo un par de entrevistas de trabajo y estoy de vuelta en el hotel para comer, salgo al patio a tratar de escribir mi nombre en la nieve pero no puedo, la nieve ahí es muy dura. Un aire frió golpea mi cara, le da cierto parecido cuando sentí el viento en la punta de la torre Eiffel, cuando mis preocupaciones eran tantas que ya estando arriba y viendo París a mis pies todo se me olvidó. Sensación que solamente fue igualada cuando un aire cálido me recorrió estando la punta de la cúpula en la basílica de San Pedro, a lo lejos Roma pero más lejos estaba yo, viajando en pensamientos y tratando de enviar en imágenes mi sentir hasta mi lugar de origen.
A la siguiente semana me cambio a un hotel en el centro de Tokio, ahora siento que son muchos hoteles en pocos días, desayunos raros con gente extraña, veo mi maleta, nunca he logrado desempacar del todo, ni en mi casa ni en un hotel, no he tenido tiempo, de hecho ahora que lo pienso nunca he querido hacerlo. Mi maleta medio llena es la conexión con mi condición de nómada, mi maleta es como mi casa. Recuerdo un hotel en Madrid donde me pasó algo extraño, me habían asignado una habitación con tres camas individuales que no hicieron más que recordarme que viajaba solo, y en cada una de las noches que ahí estuve me acosté en una cama diferente; eran demasiadas para mí, era mucho el espacio vacío, tanto para afuera como para dentro. La última de esas noches abrí la ventana del balcón y dejé por un momento que el aire entrara, escuché como la lluvia y el sentimiento de soledad iban aumentando, después me quedé dormido. A la mañana siguiente esa misma ventana que había dejado abierta, dejó entrar la luz de un brillante amanecer que hizo todo más cálido y llenó de resplandores todos esos vacíos obscuros… lastima que para esa hora yo ya no estaba ahí para verlo, yo, junto con mi maleta ya estábamos en camino a otro hotel, a otro vuelo.
Huele mal, hay algo que cocinan en una calle cerca del hotel que realmente me produce dolor de cabeza, de regreso al hotel evito pasar por ese callejón, creo que lo que cocinan es pato. Ya me he vuelto diestro en el viaje del metro, las primeras veces me perdía pero ahora puedo ir a donde sea sin que Taro me guíe. Me gusta bajarme una estación antes y caminar unas cuantas cuadras, ahora siento que después de esto ya no volveré a ser le mismo. Entro a un seven-eleven, compro mi cena y algunos dulces, lo que sea con tal de ser un consumidor más y sentirme parte de todo. Antes de llegar a mi estancia entro a un café, todas las noches paso por ahí a comprar chocolate caliente, es el mejor que he probado en todos los lugares en los que he estado. En una de esas tardes al pasar por una calle me pareció ver a Janete, tengo la sensación de que en algún lugar me la voy a encontrar, pero no sé si ella me reconocería, a no ser por este olor a soledad que siento cada vez se hace más fuerte.
A veces llego a pensar que ella nunca fue real, tengo la sensación de que todo fue un sueño.



Último Capítulo

viernes, 8 de abril de 2011

NARITA Cap. III

III

La persona enviada por la empresa para recibirme no llegó, que extraño ¿Qué no se suponía que los orientales eran personas extremadamente responsables? Aprovecho para recorrer el hotel hasta llegar al restaurante, tengo ganas de probar algo diferente, quiero meterme de lleno en el sabor del lugar, estoy harto de los McDonals y de la comida rápida que me hacen sentir como en casa, necesito dejar de sentirme extranjero y ahora sé que la única manera que hay de volverse de un lugar es comer su comida, oler su comida, antojarme de su comida, y al final, como sabía que pasaría, enfermarme de su comida. Así lo hice con la pizza en Roma, con las salchichas de Frankfurt, con los chocolates Suizos, con las hamburguesas en California, con los fuertes quesos en París y con la paella en Valencia.
Mientras vomitaba en mi habitación recordaba cómo durante la cena me comencé a volver diestro en el manejo de los palillos, pues era una falta de respeto no saber tomarlos, también recordé como al final de la cena me dolía la mano y preferí regresar al tenedor, de cómo todo al principio era nuevo y rico, y de cómo no debí abusar del sake. Aún mareado y con un fuerte dolor de estómago me eché en la cama. Agradezco todo el tiempo por este dolor de estómago que no me deja pensar en ninguna otra cosa, que no me deja pensar en nadie ni en nada. El control remoto no era diferente al que tenía en casa, todos los controles están hechos en el mismo país, así que paso los canales y me percato de lo difícil del idioma, su Arigato no tenía como relacionarlo con nada.
Es sábado, debo esperar que alguien de aquí me contacte, miro el mapa del metro de Tokio, lo junto mentalmente con los demás mapas, metro de la ciudad de la ciudad de México, Madrid, Lyón, Hong Kong, Roma, París, Frankfurt, todos los mapas se colapsan en uno solo, tantas rutas sin que alguna coincida, todas llevándome y trayéndome. Al final todos los mapas se parecen, identifico los colores y recuerdo mi primer viaje cuando me despedí de ella, la miré y me fui con un beso, ahora, después de tantas vueltas en estas líneas y rutas, ya la perdí, ya cada quien ha continuado con su camino.
¿Que habrá sido de Janete? Me hubiera gustado tanto verla de nuevo, pedirle un teléfono, una dirección, algún mail, pero me imaginé que tendría más tiempo, lamentablemente el error de siempre. Miro por la ventana y me doy cuenta de que comienza a nevar, he escuchado que han sido las peores nevadas en Tokio desde hace años, a mi me gusta la idea de volverme a encontrar con un clima conocido, siempre me ha gustado más el frío que el calor. Por fin me encuentro con la persona que la compañía japonesa ha enviado para recibirme, se deshace en disculpas diciéndome que no me esperaban tan pronto, que mi llegada había sido adelantada y siento que eso aquí es considerado también como una impuntualidad. Su nombre es Taro, su español es mucho mejor que mi japonés, le digo mi nombre pero no lo puede pronunciar, se ofrece para ser mi guía el fin de semana y yo acepto sin muchas ganas, siempre me ha gustado ser yo mismo quien se pierda para descubrir la ciudad en la que me encuentro.
Acostado en mi cama no puedo dormir, es de madrugada pero yo aún tengo el horario anterior. Recuerdo a mi abuelo y las fotos que me enseñaba, ninguna se parece a esto que estoy viendo. Y de la nada aparece ese paquete que me dio antes de irme, el que tenía que abrir hasta que estuviera instalado. Miro a mi alrededor y siento que ya lo estoy, las cosas de baño ya las he dejado en su lugar y todo está guardado en el closet. Los cuartos de los hoteles son siempre los mismos: entras, en el pasillo esta la primera puerta que es el baño, frente a ella un pequeño closet, después la cama, enfrente el tocador y la tele, junto un buró con lámpara y teléfono y junto a la ventana una mesita para escribir, no necesito más, me siento instalado y saco el paquete envuelto en papel. Miro un viejo pedazo de tabla, de arriba cuelga un listón morado, por un lado un escrito que imagino es el idioma de ese lugar,  no tiene caso que lo intente descifrar, esto va más allá de mis cursos de japonés básico, mejor pido a Taro que me ayude. Por otro lado hay algo que me deja pensativo, era un demonio, o por lo menos eso me parecía, se ve muy mal encarado como para ser un buda, está sentado en flor de loto, en una mano sostiene una espada y en la otra una especie de lazo, todo él envuelto en una flamante llama roja, pero lo que más llama mí atención es su color, es un azul parecido al de mi sueño antes de venir. Tomo mi libreta y trato de escribir algo pero no logro hilar nada, no hay nadie que me lea, después recuerdo a Janete, sus ojos, su sonrisa, la conocí en el sitio exacto, en el mejor de los lugares, en un avión que sobrevolaba aguas internacionales que realmente no es ningún lugar. ¿Qué estaría haciendo ella en este momento? Al no poder escribir nada regreso a la cama, las cortinas abiertas me dejan ver una vida que transcurre ajena a la mía, trato de imaginar algo, cómo sería perderse allá afuera, vuelvo a pensar en Janete.
Duermo un poco, despierto cuando comienza a amanecer, su sol es igual al que he visto desde niño, no sé porque lo llaman el país del sol naciente, me esperaba algo diferente. Salgo al lobby donde Taro me espera para desayunar, quiere mostrarme el centro antes de ir a Tokio y hablar de trabajo. Miro afuera, las nevadas han cesado dejando todos los campos blancos, él me habla, yo veo por los grandes ventanales del restaurante, la verdad no le hago mucho caso, debería poner más atención.
La nieve en el piso era dura y el frió ha aminorado, tomo mi única chamarra y salgo del hotel en compañía de Taro. En mi mano sólo llevo un mapa y en la otra mi cámara, tengo que guardar todo en imágenes. Hay cosas que no me puedo perdonar hacer en cada país al que llego, son rituales, como conservar una moneda, tomar cientos de fotos, comprar una postal que ya no es para nadie, sólo para mí. De pronto apareció en el mapa el nombre de la estación del metro, a treinta minutos del hotel se encontraba Narita, esa ciudad tan mencionada por el abuelo… Narita… el nombre se repetía en mi mente, sin pensarlo pagué los 270 yenes y subo con Taro al metro, por fin estaré ahí. Mientras viajamos voy viendo los paisajes japoneses, mi cámara trata de captarlo todo, no necesito más, Taro me cuenta cosas sobre las costumbres y el lugar, yo sigo mirando, otras carreteras, otra forma de transporte, otro paisaje que hace que me pierda en largas miradas. Hace años que hago esto y no puedo hacer más que agradecer por no acostumbrarme, por seguir emocionándome con todo. La diferencia es que ahora al sentimiento de novedad se le agrega un sentimiento de recuerdo, de añoranza de otros tiempos. De pronto Taro dice una palabra que me hace regresar mi atención hacia él, Narita, de nuevo ese lugar. Introduzco la mano en mi bolsillo y saco el retablo del demonio azul, se lo muestro y él lo mira y me pregunta de donde lo tomé. Yo no lo tomé, me lo dio mi abuelo antes de venir, me pidió que lo regresara, imagino que lo compró o se lo dieron cuando hace años estuvo aquí también. ¿Sabes lo que esto representa? No, no lo sé, esperaba que me lo dijeras. Esto es un deseo, este dios guerrero dibujado aquí es el guardián de los sueños, y lo que está escrito atrás es el deseo pedido por alguien a este dios y que esperaba se le cumpliera, lo que tu abuelo hizo al tomarlo fue robarle el deseo a alguien, robarle su sueño.


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