El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

sábado, 31 de agosto de 2013

Las tres Ellas.

Era como si cada una de las luces que miraba esa noche le quisieran dar un mensaje: "Abre..." Esas luces que existían gracias a una caótica oscuridad que me atraía, que me invitaban a perderme en ellas. No venimos a este mundo a cuidarnos de que nada nos pase, venimos a este mundo a buscar que ese algo nos encuentre... 
La primera en llegar fue Esperanza, ella era la más grande, por lo consiguiente la que más se ausentaba, la que se iba largas temporadas prometiendo siempre volver, guiñándome el ojo, hablando del porvenir, de un futuro lleno de luz, endulzándome el oído, durmiendo abrazada a mí y despertándome sólo para ver que ya no estaba. La más chica era Soledad, mi pequeña Soledad como le llamo cariñosamente. Ella por el contrario nunca se iba, ahí estaba, era quien me acompañaba cuando Esperanza se ausentaba, la que limpiaba las lágrimas, curaba las heridas y me acompañaba convaleciente sentada junto a mí a esperar la llegada de Esperanza. Casi no coincidían, aunque en muchas ocasiones ambas me tomaban de la mano. 
Pero una tarde mientras tomaba café, esperando la llegada de Esperanza y con mi pequeña Soledad mirándome a lo lejos, llegó ella, la tercera, de imprevisto, sin pedir permiso irrumpió y se sentó a mi lado, con la firme intención de comenzar una relación conmigo. Fue así como le abrí las puertas de mi casa y de mi cuerpo, fue así como cada día aprendí a tocarla, y en ese proceso me dejaba aprender de ella. Se volvió la maestra, la cómplice de mis largas horas vacías de silencio. Consuelo, mejor nombre no podría tener, mi Consuelo, quizá enviada por Esperanza a quien seguía sintiendo muy cerca aunque no la veía. Soledad aprovechó para salir a conocer el mundo, prometiendo volver y yo creyendo que lo hará, que regresará quizá ya más grande y con intenciones de nunca irse. Terminando de escribir esto iré hasta dónde está mi Chelo, como le gusta que le llame, la prepararé para ser tocada, poniéndome detrás de ella para admirarla por encima de su hombro, mientras me habla y yo no hago más que hacer que este momento, que este abrazo, así se termine pronto, me dure para siempre.