El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

domingo, 1 de enero de 2012

Silvio, Fa y el Thunder


Comenzar a recordar qué ha sido lo mejor de algo no parece ser siempre algo fácil, empieza la mente a hacer diferenciaciones, escrutinios, clasificaciones y al final queda la duda de que si el recuerdo que se ha seleccionado es en realidad el mejor de todos.
Fa estaba así, haciendo un recuento de los recuerdos, un inventario de los pensamientos, lo hacía como quien sabe que de un momento a otro lo encontrará, para después comenzar a darse cuenta de que en realidad no hay uno bueno. Podría ser que ahí la racionalización como mecanismo de defensa comience a hacer más nítido un recuerdo, inventando los pequeños detalles que parecían haberse olvidado y a la vez comenzando a dar coherencia al pensamiento, para finalizar diciendo “este, creo que este es el bueno” y lo que en un primer momento no era quizá el mejor de los recuerdos se volvía el único, inmejorable, después de haberlo reeditado tantas veces en el recuerdo que al final se vuelve tan nítido que ya no se duda de su veracidad.
El Distrito Federal no parecería ser la mejor opción de una chica de 16 años para hacer un primer viaje sola, sin mamá que cuidara o un papá que previera, y sin embargo lo fue para Fa. La opción no fue accidental, como más adelante ella misma se daría cuenta; venía de la mano de la presentación del mejor exponente de la nueva trova cubana, que para estos tiempos ya no es tan nueva. Fa no conocía mucho de Silvio Rodríguez, pero una presentación gratuita ofrecida en pleno zócalo del DF era algo que no podía dejar pasar. No sólo era su música, era dónde la interpretaría. Así fue como Fa se entero con tan sólo con tres días de antelación y se dedicó a organizar su viaje, por primera vez sola, a uno de los lugares más peligrosos del mundo.
Vía Internet contactó a unos amigos de Oaxaca que también irían al concierto, después reviso direcciones de hoteles cercanos al lugar en caso de que fuera necesario quedarse. Al final un amigo que había conocido en Internet sería su guía desde el momento en que ella llegara a la terminar de autobuses, nunca lo había visto, sólo se reconocerían por foto. Cualquiera podría pensar que Fa se arriesgaba demasiado, dependiendo de un extraño para su cuidado y traslado, pero ella no se sentía amenazada por eso, su único temor era el que no le fueran a hacer algo entre todo ese mar de gente, digamos, los temores normales que se tienen de un lugar como ese. 
Llegado el día Fa llegó con una maleta donde llevaba de todo menos comida, esa sería mejor que la comprara allá. Llegó al zócalo y no experimentó esa inseguridad pública que en un primer momento temió, al contrario, pudo disfrutar de un ambiente muy tranquilo en el que corear “Ojalá” se volvió una bonita experiencia, que sin duda hubiera sido mejor de haber podido tener un buen lugar, pues su estatura y la gente que cargaba a otra frente a ella no la dejaban ver nada, más que en pantallas y mediante un telescopio de ingeniería mexicana que le permitió conocer aunque fuera de lejitos a Silvio.
El concierto se había extendido más de lo programado, al final su guía la llevó hasta un puesto de Locatel donde se pudo reunir con sus amigos oaxaqueños, y que ya estando juntos decidieron buscar un lugar para poder pasar la noche. Es aquí donde puede ser que el viaje de Fa comienza a tener los elementos para convertirse en ese mejor viaje que le pedí recordara.
El guía de sus amigos oaxaqueños era un tipo de pelo y barbas largas, el arquetipo del chilango, en ese momento sería conocido como el Thunder, gracias al nick con el que Fa lo conocería después. Thunder vivía en el estado de México, escribía y gustaba de la lectura, y puede ser que el viaje se tornara inolvidable no por la música de la nueva trova cubana, sino por el hecho de haberlo conocido a él, situación que Fa aún ni siquiera imaginaba que estaba por vivir.
A lo largo de esas calles del centro histórico los anuncios luminosos de neón rojo y azul sugerían hoteles de no mucha confianza, pero los que Fa había tomado en cuenta días antes ya estaban llenos, así que no hubo más que aceptar la invitación que uno de esos lugares les daba, pero por ser varios no había que temer tanto, la única preocupación de Fa era tener que compartir la cama con alguien.
El lugar no era tan malo, Fa había conseguido cama para ella sola, así que tenía una preocupación menos, aún así no había la suficiente confianza en las sabanas y cobijas como para entregarse totalmente ellas, así que prefirió quedare dormida como estaba, con la televisión prendida, atenta a que nada invadiera su espacio personal. Al escuchar los ronquidos de sus amigos Fa fue la última en dormirse y la primera en despertarse.
Esa habitación pudo haber sido un buen lugar para descansar, digno de no tenerle tanto cuidado, de no preocuparse tanto por la limpieza ni la decoración, hubiera sido la mejor opción desde el principio, claro, de no haber sido por unos grandes calzones de hombre que Fa encontró en el baño colgando de la regadera, situación lo suficientemente memorable para que en el futuro, cada vez que Fa entrara a un baño, lo recordara.
Años después regresó al mismo lugar para volver a escuchar a Silvio y volver a ver a Thunder, cuando su relación se había hecho más estrecha gracias a las platicas en Internet, en esa ocasión ya no hubo necesidad de entrar a hoteles con luces de neón ni de revisar baños con calzones que colgaran de regaderas. Fa recuerda ese como el mejor viaje que ha hecho, probablemente haya mejores, pero en todos ellos hay algo que la ha dejado con malos sabores de boca. Quizá haya sido por quién conoció, por quién escuchó o por lo que vio, eso sólo ella lo sabe, o tal vez sea el mejor por ser el primero de muchos recorridos que ella volvió a hacer al mismo lugar, ya sin Silvio y ya sin calzones colgantes, quedándose solo con el Thunder.