El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

martes, 30 de junio de 2009

treinta y 2... Tus Regalos Deberian de Llegar

"Por eso cuando el tiempo hace resumen y los sueños parecen pesadillas, regresa aquel perfume de fotos amarillas..."
FP & JS


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Son 32 años, y no se me ocurre festejar de otra manera más que agradeciendo a las personas que me han acompañado en mi camino, ya sea por tramos largos o cortos. Yo soy lo que soy gracias a ustedes que han aparecido en mi vida.
Ya fui un pingüino, es eso lo último que recuerdo, y antes de eso fui un poco de todo. Las lluvias siguen acompañando mis cumpleaños, los amaneceres húmedos y nublados como en Roma ya puedo generalizarlos y no hacer exclusivo el recuerdo.



En 32 años he sido superhéroe de esos que vuelan, he sido vaquero y astronauta, he vuelto a ver a mi abuelo en mis sueños y he visto ahí mismo como mi abuela después de dejarme dormido vuela al espacio a matar extraterrestres. Y en todo ese tiempo me han dicho doctor, licenciado, profe, me han llamado de tantas maneras a las cuales aún no me acostumbro.

He sido extranjero, he sido un desconocido y también el anfitrión, he sido un patán y un lindo, o como lo llamo yo, un buendejo. Me han tenido que operar, he tenido la oportunidad de curar y quitar el dolor, y por lo consiguiente estoy seguro que también he lastimado y lo he provocado. He saltado y corrido para perder y ganar competencias y tambien para huir y alejarme, he perdido cuando pensaba que todo sería fácil y he ganado a veces sin saber como. He aprendido tanto que hay cosas que en realidad no recuerdo como es que llegaron hasta mí. He extraviado amigos, se me ha ido gente, he encontrado sin buscar y obtenido lo que nunca pedí que me dieran. He podido escribir hasta el amanecer, cantar frente a desconocidos y con facilidad me he quedado dormido en todos lados menos en donde en realidad hay que dormir. He intentado hacer canciones y por fin supe a que olía la capilla sixtina.

Ya sentí el escalofrió del desaliento, ya hice del dolor un buen compañero al que he aprendido a mirar por sobre mi hombro. He visto a la soledad de frente tratar de enamorarme, ya lloré por nada y por todo, de la misma manera que me he reído a veces hasta de mí. Ya saqué la mano por la ventanilla para sentir el aire al igual que le he tomado muchas fotos a mis pies.

He hecho daño y me lo han hecho, ya fui el jing y el jang y dentro de todo me he dejado y se han dejado hacerlo, y lo agradezco tanto al momento en que al tocar la cicatriz ya no duele nada.
Y algo me dice que esto no es nada, que apenas es un comienzo dentro de un final que comienza hoy, que lo que está por venir no es mejor ni peor, pero si más intenso, y en lo personal prefiero que así sea.
Ahora quiero comenzar siendo el que soy, sin prefijos ni sufijos, sólo con acento, no sin acento.
Es mentira que al final uno sea uno mismo, uno se vuelve muchas personas, se vuelve muchas costumbres, muchas formas de ser, muchos lugares, muchas comidas, muchas nacionalidades y muchas voces.
Esta vez se trata de mí, y de ti, y se trata de todos los que soy y de lo que sé me voy a convertir al momento de poner punto final a este escrito.
No se trata de aviones se trata de volar, no se trata de ojos se trata de mirar, no se trata de risas se trata de ser feliz.
Si es que en realidad existen los milagros, estos deberían suceder siempre en tu cumpleaños... tus regalos deberían de llegar

martes, 23 de junio de 2009

El regreso al tiempo de los Pingüinos

En el tiempo de los pingüinos ya no pasa nada, nada que no sepas que pueda pasar, ya no hay sorpresas ni sobresaltos, todo se vuelve familiarmente extraño y circular, con finales donde deberían estar los inicios.
En este tiempo te mueres un día un poquito más, te enriqueces al llenarte y te enriqueces aún más al vaciarte.
En el tiempo de los pingüinos estas solo, porque es prácticamente imposible que alguien se atreva a estar contigo. En ese tiempo nadie te quiere, es el tiempo en el que nadie te extraña, y si alguien lo hace tú ya no lo sabes, y si lo supieras ya no te importaría.
En el tiempo de los pingüinos comienzas a desandar los caminos recorridos, la gente que quieres se vuelve extraña y comienzas a extrañar a aquellos que quieres.
En esta temporada la memoria empieza a fallar, todo lo que creías saber se te olvida y de pronto ya no sabes nada. Y es precisamente en este tiempo cuando ya no tienes nada, cuando todo lo que creías poseer se va, lo pierdes, desaparece. Y quedas perfectamente vacío y listo para comenzar de nuevo.
En el tiempo de los pingüinos llega a doler la muela, las rodillas y los músculos intercostales del lado derecho. En este tiempo los espejos se vuelven opacos, sólo reflejan miradas que no siempre suelen ser las tuyas.
En el tiempo de los pingüinos se camina por inercia, y el único rumbo que se reconoce es el que ya haz comenzado a andar, y te percatas del lugar cuando ya estás ahí, cuando se llega sin saber cómo se llegó.

En este tiempo las gesticulaciones, las risas y las lágrimas sólo se imaginan, se dan por dentro, se expresan sin que nadie las note; así como las posturas que se vuelven prolongadas y las respiraciones son prácticamente imperceptibles.
En ese tiempo la gente feliz lo es en gran parte gracias a tu ausencia, con la diferencia de que ellos no lo saben, y a ti no te interesa que lo sepan.
El tiempo de los pingüinos es diferente a los otros porque te guardas, te repliegas, vuelves mentalmente a adoptar una postura en lo que lo único que logras abrazar son tus rodillas.
Y es de los pingüinos porque llega a haber tantos que te duermes con ellos, convives con ellos, te vuelves uno de ellos, tanto que el frió quema y es esa quemadura lo que entibia la piel, lo que le da calidez. En esos tiempos los pensamientos son incoherentes, y la mayoría del tiempo el color que predomina dentro de ellos es el blanco, como el frió, como la nieve, como la nada.
En este tiempo, en el de los pingüinos, lo único que duele es la mirada de ternura de los demás, las buenas intenciones de los otros, las sonrisas del pasado provenientes de las fotografías, los abrazos que te llegan a regalar los extraños.
Durante todo el tiempo de los pingüinos tú serás tu propio enemigo y tu único aliado contra ti. En esta temporada tus manos pierden fuerzas para retener, tus pasos dejan de seguir a otros, tus brazos guardan memorias, te da por olerlo todo.
En esta temporada el silencio será una iniciativa, un recurso que no cambiará las cosas, que sólo contribuirá a más silencios y aún así lo tomas.
En el tiempo de los pingüinos dejas de cumplir años, ya no los necesitas, te queda claro que la edad cronológica sólo estorba y no siempre suele ir a la par con otro tipo de edades. Y entonces sientes que la gente no debería medirse en años, en vueltas alrededor del sol, que deberían de dejar eso a los calendarios, dejar de fragmentarnos en meses, de diluirnos en horas; en general, en esta época se comienza a dejar esa rara costumbre de medirnos a nosotros mismos y dejar que otros también lo hagan.
Pero si dadas las circunstancias, si no quedara de otra, si se tuviera la necesidad de hacerlo, de medirse y de cuantificarse, entonces, en la época de los pingüinos, te comienzas a medir en lágrimas, en miradas, en dolores, en risas, en acostadas en el pasto, en rodadas en la nieve. Te comienzas a medir en alegrías, en encuentros, en deseos, en pérdidas, en palpitaciones, en regresos, en gritos, en ausencias.
Hoy comienzo a vivir en el tiempo de los pingüinos, donde te ríes sin saber porqué, donde te vuelves totalmente predecible, donde todo vuelve a ser nuevo y asombroso, donde el transcurrir de los días se vuelve tan lento que no te da tiempo de hacer nada. Entrando en este tiempo, en el de los pingüinos, los festejos se dan todos los días, a todas horas, siempre solo y en silencio.

En el tiempo de los pingüinos dejas por fin de saberlo todo… en el tiempo de los pingüinos te conviertes en una persona perfectamente olvidable.

Aquí te liberas de todo, menos de ti. Y es precisamente en este tiempo cuando te sueltas… y cuando te sueltan.


Bienvenidos al tiempo de los pingüinos


Original del 30 de Junio de 2006