El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

martes, 3 de septiembre de 2013

Un cuento corto para una tarde larga.

Ella salía en las tardes, justo antes de que anocheciera, justo cuando el aire era limpio y todos los sueños comenzaban a salir de su lugar de origen.
No tengo mucho que decir, es por eso que me cuesta tanto hablar de la tarde en que la conocí, en que la miré caminar por la orilla de la playa, algunos dirían que perdida en sus pensamientos, absorta en sus recuerdos, creando en su mente complejas historias de amor y fantaseando con mil futuros posibles al mismo tiempo. Mientras caminaba escribía nombres en la arena que el mar iba borrando, cerraba los ojos y levantaba la cara para qué el tenue sol de un atardecer a punto de convertirse en noche, le disipara sus pensamientos más profundos, esos que sólo la brisa que la despeinaba era capaz de interpretar.
Yo la veía ir y venir, siempre por la orilla, como quien se tambalea entre la realidad y la fantasía, a punto de que el mar tocara sus pies, mientras yo, simple espectador de su complejidad, imaginaba todo lo quien su mente podría estar sucediendo en ese momento. Y entonces controlaba el impulso de acercarme y tomarla de la mano, para acompañarla, para perderme a su lado, para tomar de ella un pensamiento y atarlo a un hilo para caminar con él y nunca perderle. 
Algunos dirían que ella sólo salía a caminar, yo la veía y pensaba: me encantaría acompañarla mientras sale a pasear a sus mariposas, al tiempo que su corazón le sigue creciendo.