El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

sábado, 13 de noviembre de 2010

Las consecuencias de la Ciudad de las Ideas...

Demasiada información, demasiados estímulos, demasiado que retener, aprender, vivificar, ponderar, dilucidar. Me quedo con la lentitud de Carl Honoré para una vida mejor, me quedo con la ausencia de Punset y su alma en el cerebro, con la propuesta de Mario Molina sobre el calentamiento global, con Frank Warren y la exposición de lo que sigue siendo mi secreto, con la emotividad de Sean Stephenson, con los sonidos de Paté de Fuá, con la desmitificación de Rodolfo Stavenhagen con respecto a la inclusión/exclusión y con el propósito que para mi tiene el universo. Me quedo también con las mallas negras semitransparentes que están tan de moda usar con botas, que parece que es una obligación ponerse y las cuales aún no sé a quién agradecer. Me quedo con el saldo blanco y las poses de la gente que no aprecia todo lo que realmente pasa ahí, me quedo con la reoganización de un nuevo y diferente futuro. Me quedo con el vino y la comida que nunca supe realmente que era pero carajo, que rica estaba.

Y fue en medio de ese cambio de actitudes y ese concepto de ser un "ideasta", que acompañado de unos vinos me fui orillando a un Sanborns buscando un baño ya muy avanzada la noche, diciéndome todo el tiempo "sin acción no hay valor"... De pronto estaba yo en la misma plaza, en el mismo Starbucks que guardaba la última de la última vez que había estado con ella, con la última ella, y eso tenía que significar algo. Fue cuando me dije ¿si no lo hago hoy, cuando lo voy a hacer? Tenía 6 meses viendo ese libro en todos lados, en todas las librerias y como pocas veces su título me la regresaba y ponía en frente, así que me dije que si lo volvía a ver ya no lo dejaría pasar.

Estas son las terribles consecuencias de las ideas, del salir excitado y estimulado, sintiéndote agente de cambio, aventando pensamientos que logren mover algo que no siempre conseguimos ver, total, que son las ideas sino hacer lo que se siente y esperar a que algo ocurra.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Traga-Luz...

Fué toda una alegoría, era el diez de noviembre del año pasado cuando a las 5:01 (como se ve en la foto) usando el baño de un Italian Coffe, miré hacia arriba y ahí se me presento magestuosa esta imagen, no pude más que tomarle una foto e imaginarlo tal y como lo presento hoy, siendo un total traga-luz.
No me imagino a mis autores o músicos favoritos entrando a terapia, y creo que de haberlo hecho el resultado no se hubiera parecido en nada a lo que todos conocemos. Fue entonces como pensando eso me di cuenta de que yo soy un maniaco-depresivo de la letras, y el hallazgo más grande fue el descubrir que mis mejores letras salen ante la punsión dolorosa de algún evento.
No quiero vivir de las pérdidas, aunque como ya he mencionado anteriormente, éstas me enseñan más que las alegrías; la felicidad me distrae y me tranquiliza, por ende mis letras son escasas y pacificas, pero son esas tristes pérdidas las que me hacen buscarme entre esas mismas letras que de pronto se vuelven demasiadas... y entonces me gusta, y entonces me siento bien, y entonces me quiero quedar aquí. Eso me hace recordar que cuando estoy bien y en paz con alguien no escribo mucho, porque lo que me dicen: "¿Qué te pasa? ¿porqué no escribes? ¿estás feliz o qué?" Y entonces ante esa modalidad yo tendría que pedirle a la persona que me abrazara en ese momento: "Por favor, hazme una chingadera, anda, sólo una pequeña, porque necesito escribir algo que me guste" De lo contrario creo que terminaría escribiendo evangelios.

Me da miedo que mi estado creativo por excelencia sea la zona de tristeza patológica, esa en la que el dolor tenga que llegar primero para que existan los elementos necesarios para escribir algo que en algún momento de alegría simplemente no podría ver.

Ya lo dijo el buen Edgar Oceransky, yo sólo vivo de dos cosas: de mi cara y de mis tristezas.

martes, 2 de noviembre de 2010

Dame la muerte... chiquita.

Y por eso inventó la muerte: para que la vida
-no tú ni yo- la vida
sea para siempre.
"Me encanta Dios" -Jaime Sabines-

Todos necesitamos morirnos a ratos, de vez en cuando, por un momento, para después resucitar diferentes, nuevos, volviéndonos extrañamente los mismos... nos morimos de hambre, de soledad, de tristeza, de sueño, morimos de alegría, morimos por volver a estar, por volver a hacer, por volver a ver.


Fue el treinta de junio por la tarde cuando me encontré con la muerte en la esquina del callejón John Lennon cerca de la escuela de psicología. Estaba de pié en un pilar, quieta, esperando a que la gente pasará y se acercara a ella. Fue como por una moneda se inclinó ante mí para decirme:

“Más veces descubrimos nuestra sabiduría con nuestros disparates que con nuestra ilustración” -Oscar Wilde-

Yo tenía unas fotos para es este momento, también tenía flores de cempasúchil recolectadas de viajes en carretera y de muchas ofrendas puesta por mi abuela a las que desde niño me asomaba a oler el incienso y las hojaldras. Esos para mi son los olores y las imágenes de la muerte que aprendí a identificar desde niño, a las que lamentablemente les fui colgando más miedos de los necesarios, pero de la misma manera entendí que nuestros muertos regresan para acompañar y no para llevar.
Yo tengo la idea de que moriré instantáneamente, sin darme cuenta, tan rápido como en un parpadeo, y me quedaré por un momento acostado pensando en que sigo vivo. Quizá hasta el momento en que vea como mi abuelo me ayuda a levantarme, en medio de esos sembradíos amarillos que son los que me traen de regreso, los que me siguen mostrando el camino a casa y que me anuncian una recta final; no por nada le llaman flor de muerto.

"...si él hubiera sabido que en cinco días moriría ya no hubiera dormido, se hubiera puesto a escribir todo lo que pensaba y sentía... se hubiera preparado muy bien para su muerte, poniéndose ese pantalón de mezclilla azul gastado que le gustaba, con su camisa blanca arremangada y sin fajar, desabotonada, andaría descalzo y se iría a sentar bajo ese árbol en el patio de su casa en el que tanto le gustaba estar... Ahí hubiera recibido a la muerte, sin avisarle a nadie, sólo sosteniendo la pelota de béisbol que también su papá le había dado cuando tenía siete años, se hubiera tomado una coca-cola bien fría, y después de una inhalación profunda nos hubiera dejado..."
Los Sentimientos del Cielo -MPPX-

Y tal como dice Paul McCartney: El final del final es el comienzo de un viaje a un lugar mucho mejor, un lugar especial donde no hay razón para llorar. No hay necesidad para estar triste al final del final.
Cuantas veces nos han matado, y cuantas veces nos la vivimos regresado de la muerte.