Demasiada información, demasiados estímulos, demasiado que retener, aprender, vivificar, ponderar, dilucidar. Me quedo con la lentitud de Carl Honoré para una vida mejor, me quedo con la ausencia de Punset y su alma en el cerebro, con la propuesta de Mario Molina sobre el calentamiento global, con Frank Warren y la exposición de lo que sigue siendo mi secreto, con la emotividad de Sean Stephenson, con los sonidos de Paté de Fuá, con la desmitificación de Rodolfo Stavenhagen con respecto a la inclusión/exclusión y con el propósito que para mi tiene el universo. Me quedo también con las mallas negras semitransparentes que están tan de moda usar con botas, que parece que es una obligación ponerse y las cuales aún no sé a quién agradecer. Me quedo con el saldo blanco y las poses de la gente que no aprecia todo lo que realmente pasa ahí, me quedo con la reoganización de un nuevo y diferente futuro. Me quedo con el vino y la comida que nunca supe realmente que era pero carajo, que rica estaba.
Y fue en medio de ese cambio de actitudes y ese concepto de ser un "ideasta", que acompañado de unos vinos me fui orillando a un Sanborns buscando un baño ya muy avanzada la noche, diciéndome todo el tiempo "sin acción no hay valor"... De pronto estaba yo en la misma plaza, en el mismo Starbucks que guardaba la última de la última vez que había estado con ella, con la última ella, y eso tenía que significar algo. Fue cuando me dije ¿si no lo hago hoy, cuando lo voy a hacer? Tenía 6 meses viendo ese libro en todos lados, en todas las librerias y como pocas veces su título me la regresaba y ponía en frente, así que me dije que si lo volvía a ver ya no lo dejaría pasar.
Estas son las terribles consecuencias de las ideas, del salir excitado y estimulado, sintiéndote agente de cambio, aventando pensamientos que logren mover algo que no siempre conseguimos ver, total, que son las ideas sino hacer lo que se siente y esperar a que algo ocurra.