El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

martes, 17 de febrero de 2009

La vida hacia atrás

A la fecha los recorridos siempre se me han hecho más cortos de regreso que de ida. Puede que sea parte de ese efecto que da el déficit de la emoción, cuando ésta ya ha pasado, o quizá sea esa sensación de bienestar que se confunde con el no querer regresar a casa porque ya se ha estado ahí, porque fue de ahí de donde se partió.


Benjamin Button no es nuevo, su historia ya había sido imaginada por Quino, el genio argentino creador de Mafalda. Y es que ambos punto de vista coinciden en lo mismo, en el hecho de que la vida sería mejor si se viviera hacia atrás. Aunque a mi parecer el mejor momento de la película es vivir la esperar, todo ese camino andado hasta llegar al punto en que Benjamin coincide con Daisy, porque en ocasiones deberá valer la pena vivir toda una vida sólo para llegar a ese punto de encuentro y coincidencia, para después y como en todo, llegar al declive y desenlace.


Quizá algunas historias de amor deberían ser así, las relaciones deberían también vivirse en ese sentido, primero sintiendo un vacío, una ausencia, un desengaño, un adiós, un corazón roto, partiendo -claro- de la premisa de que nada es para siempre. Después habría algo parecido a un insight, llamado así en psicología al "darse cuenta". Entonces el corazón pasaría de esas contracciones esporádicas, dolorosas y densas, a comenzar gradualmente a acelerarse, a dejar de estar anquilosado, al igual que la respiración; para que al final (que es el principio del enamoramiento) la oxitocina, la feniletilamina y la vasopresina pasaran de sus niveles más altos hasta llegar a cero, sin que el cuerpo notara la falta de su suministro, tan paulatinamente que no se perciba su ausencia, hasta el momento final de darnos cuentas de que ya no estamos enamorados junto con un olvido lo más profiláctico posible. El sentimiento pasaría de ese estado de madurez y estabilidad al momento de locura en que se pierde todo tipo de juicio, para después de todo, terminar con un simple sentimiento de explosión que se da al momento en que nos damos cuenta de que nos hemos encontrado en su momento con la persona indicada. Y de ahí a la nada, de ahí todo llegaría a su fin sin ningún tipo de recuerdo. La película de "The curious case of Benjamin Button", al igual que este pensamiento, esta catalogado en el género de fantasía.

Definitivamente los caminos que comenzamos estarán cargados de expectativas, pero el encanto de los caminos de regreso siempre será que se nos hagan más cortos, y valdrá la pena recorrerlos, sólo para coincidir, para compartir un momento, y después cada quien, seguir con su particular sensación de que el tiempo se le está acabando.

La fruta verde a 500 noches de distancia

Y eso que yo, paro no agobiar con flores a María
para no asediar la con mi antología de sábanas frías
y alcobas vacías, para no comprarla con bisutería
ni ser el fantoche que va en romería, con la cofradía
del Santo Reproche, tanto la quería que tardé en
aprender a olvidarla diecinueve días y quinientas noches.



La vida esta llena de simbolismos, algunos que nos vamos formando, otros que nunca aprendemos a interpretar y algunos más que jamás existieron pero que nosotros, en nuestro afán de que que sean reales, comenzamos a crear y a creer.
Muchas veces pensé que esta fecha no se cumpliría, que este día no llegaría. Pero hoy gracias al baticino de Sabina se han cumplido las 500 noches. No tengo mucho que decir al respecto, por lo menos no lo que pensé que diría llegada esta fecha, comparar no me gusta, pero sí me gusta ver las cosas en perspectiva, y hoy desde aquí todo se ve tan bien, esta sonrisa de satisfacción no me la quita nadie.

Y desde la misma perspectiva, a quinientas noches de distancia, puedo ver claramente este libro que vuelve a ser un puente en mi vida, uno ya recorrido, un puente que desemboca en diferencias y similitudes de las que ya me comienzo a acostumbrar. Este libro era el último vínculo que me unía memorialmente con Laura. Pasó mucho tiempo en terminarlo desde su llegada, de hecho fue hasta la tarde de mi cumpleaños numero 31 que llegué al final de la Fruta Verde, y como siempre me puso a pensar, no sé si lo postergué tanto por mantener vivo algún tipo de vinculo o porque lo guardaba para terminarlo en el asiento de algún avión, como sea al final no fue ninguna de las dos cosas.

Pero de lo que realmente quiero hablar es de la Fruta Verde, el primer libro que tengo de Enrique Serna, de su prosa que me tranquilizó, de su narrativa que lograba hacer que lo visualizara todo, de ese jugar con los sentimientos y franquearme en el tipo de amor que uno cree censurado.

Al final de todo, viéndolo de nuevo en perspectiva, si se retrocedieran las Sabinescas noches y en el ensueño me volviera a encontrar de nuevo en la misma relación con el Alebrije, tomaría todo este tiempo transcurrido y le diría algo así como como lo que dijo Germán Lugo: "Ten... estas son mis 500 noches, ¿me las puedes pasar en limpio?"...
Quien haya leído el libro sabrá a que me refiero.
El mejor disco de Sabina, el mejor libro de Serna, como no sobrevivir con eso.

Y esta vez es todo lo que puedo decir del tema.