El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

lunes, 8 de diciembre de 2014

Lennon: intelectualismo musical peligroso.

Cuando era niño usaba una toalla amarrada en el cuello queriendo volar como Superman, pero cuando entré a la secundaria todo cambió y sustituí la capa por unos lentes redondos, lo más parecidos a los que usaba John Lennon: los súper héroes comenzaban a cambiar. Ahí empezó esa parte de mi vida donde hablar del "Amor y paz" (que no entendía) se volvió un estilo de vida. Love is real, real is love... Lennon significó el primer gran intelectualismo peligroso para un país como EU que tenía controlado a sus artistas, y para un puberto como yo  ese fue el primer gran Rockstar con conciencia política. John fue el Beatle intelectual, el escritor, pintor, héroe de la clase trabajadora, revolucionario, el poeta hacedor de cosmovitrales, creador de un lugar como Newtopía, país ficticio donde el himno era "Imagine", donde no había posesiones ni religión ni cielo o infierno.

Sólo alguien como él podría decir que los Beatles eran más famosos que Jesucristo y mucha gente lo repudió, pero una generación lo amó; fue el primero en decir que la guerra había terminado (si tú querías) poniendo el énfasis por fin en eso último, en el "tú", en el  querer, en el imaginar.
Fueron largos los encierros en el auto de mi padre escuchando Watching the weels, o justificando mis celos con Jealous Guy o emocionandome cuando los acordes de Starting over me salieron por primera vez en la guitarra. Fue por él que intenté tocar el piano y hablar de una paz que aún no estaba muy seguro de entender, fue por él que quise ser hippi, dejarme el pelo largo y la barba y ser chistoso e ingeniosamente irónico al mismo tiempo.
Si John viviera hoy ya le hubiera hecho una canción a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, al igual que a las muertas de Juárez, ya hubiera evidenciado la estupidez de Trump. Si John viviera ya se hubiera llevado el Novel de la paz y hasta lo hubiera devuelto como acostumbraba hacer con sus condecoraciones. Ya hubiera intentado detener algunas guerras y tal vez hubiese desatado otras más, seguro hubiera reunido a los Beatles y habría escrito algo que hablara de las desgracias que de alguna manera siguen unificando a todos los países en torno a sus tragedias. 
Después de su muerte hace ya más de 30 años, Yoko tomó sus gafas ensangrentadas y las puso junto a un vaso con agua, en el fondo la vista de New York desde su edificio; una ofrenda budista para el visionario que murió diciendo que todo lo que necesitábamos seguía siendo amor.
Este sigue siendo su sueño número nueve, su eterno y mágico nueve; y después de escucharlo, de leerlo, de traducirlo, de cantarlo y de sufrirlo, terminas viendo que esto en realidad sigue sin estar aquí, así que habrá que seguirlo imaginando como él quería.
John Lennon doesn´t live here any more, él es el primer mártir del Rock... Lennon lo tiene todo.

martes, 2 de septiembre de 2014

Los meses del silencio...

Regresar a ella era como regresar con una vieja amante de la que te separaste después de una noche juntos, y que al darle la espalda mientras buscas tus pantalones te dice: "yo sé que vas a regresar..."
Ahí estaba ella, esperándolo frente a una taza de café, con una belleza sobria, nada de excentricidades pero hermosa y seductora como siempre, con ese tipo belleza que da el encanto de lo simple, de lo sencillo, de la ausencia de dudas. Y es que no podría ser de otra manera, era el amor de toda su vida, la misma de siempre, la que curaba las heridas y mitigaba los dolores, la que acompañaba y terminaba el día abrazándola por la cintura.
Éste regreso no estaba planeado y para nada había sido fácil, más bien era un regreso del tipo accidentado y circunstancial, pero a la vez era de esos que se dan de tal manera, que al suceder uno se siente como si en realidad nunca se hubiera ido, como si siempre hubiera estado allí, juntos, empernados, hablándole al oído para despertar.
¿Cuanto tiempo podemos ir por la vida debiéndonos cosas? ¿Sintiéndonos no merecedores de magia? ¿Distrayéndonos de eso que en algún momento le daba sentido a todo?... Él aún no tenía respuesta a esas preguntas pero ella sí, ella tenía respuestas a preguntas que él le hacia justo antes de quedarse dormido, es por eso que ahora la volvía a buscar, necesitaba que ella se asomar por su hombro y mirara lo que él estaba haciendo, sólo para decirle a la vez que acariciaba su mejilla que lo encontraba diferente, que ya había crecido, que ya se cuidaba más, que su madurez había venido a poner más interesante sus encuentros, pero también aconsejándole que la ingenuidad del no saber, era algo que no debería perder del todo. Él le sonríe y la toma de la mano, no quiere que se vaya, no quiere que lo deje ir, quiere que aunque él esté con alguien más ella siga estando a su lado. No soportaría otra porción de tiempo sin ella, la mira y no sabe si ella vaya a aceptar.
Ella se toma su tiempo, siempre lo ha hecho, es celosa, no quisiera compartirlo con nadie más, pero sabe que tampoco tiene muchas opciones, al igual que él, y de la misma forma entiende que no podría pasar mucho tiempo sin que él termine regresando, buscándola, necesitándola, porque se conocen de hace tiempo, de otras vidas, han viajado juntos y conocido lugares que sólo uno con el otro han logrado descifrar.
Ambos saben que esto no será fácil, tendrían que acordar ser amantes, que ella estaría con él de forma clandestina, buscado el momento en soledad, el encuentro furtivo, juntos podrían acompañarse y tocarse mientras el acuerdo sea no volver a mencionarlo, a hablarlo.
Ella acepta, sabe que él la necesita mucho más de lo que cree, y que negarle su presencia se traduciría en un suicido, literal, literario.
Él la besa, es un beso profundo, se despide y ya la extraña, ella correspondiendo al beso le dice que aquí lo estará esperando, frente a otra taza de café, que se tome su tiempo pero que por favor no tarde.
Da punto final, mira sus letras, que sería de él sin su eterna cómplice la escritura.