III
Pedro no era tan viejo como
parecía, sólo que su lento desplazamiento y la barba lo envejecían, de uno de
sus antiguos trabajos había rescatado la habilidad para escribir a maquina,
ahora se dedicaba a redactar cartas para las personas que no sabían escribir,
usando otra ruidosa maquina que le prestaban en los portales del parque frente
a la presidencia municipal. Era lo que algunos llamaban evangelista, pero él no
le daba importancia al nombre, desde que su vista lo había dejado más solo de
lo que ya estaba, poco le importaba el nombre que las demás personas le daban a
las cosas.
Por la noches, lo miraba llegar
a la casa, entre tantas cosas que me asombraban era el que la casera no le
hubiera cambiado las chapas de la puerta por deber tantas rentas atrasadas, a
alguien tendría que agradecer la tolerancia que le regalaba tan pesada vieja.
Lo otro que también me dejaba pensando era el que Hemingway lo siguiera
prefiriendo, aún con lo mal que le daba de comer, estoy seguro que eso Pedro
siempre se lo agradeció en silencio, y sé también que Hemingway lo entendía.
Pocas veces
pude ver la habitación de Pedro cuando él estaba adentro, tan pronto se metía
cerraba, entonces yo intentaba imaginar lo que ahí pasaba, lo que sentía, el
cerrar detrás de él la puerta y tirarse en su cama, entonces comenzar a caer
sin saber que se cae, sentir sin saber qué es exactamente lo que se está
sintiendo. Pero para ése momento él ya
no era él, él ya no estaba ahí, tan sólo era su holograma, una imagen que ya no
pertenecía a la suya, cansado, desganado, devastado al igual que su pobre cama. Ahí estaba, solo, y tan sólo
esperando que algo también se cayera, que algo le llegara de algún lado y de
cualquier parte, expectante y sereno, respirando y fijando imágenes en su
mente, procesando todo cuanto cabía en sus abiertos ojos vacíos, en su aliento.
Estoy seguro que los recuerdos le eran tantos y tan continuos, que no había
ningún tipo de separación o espacio entre ellos, ahora todos se amontonaban, se
aglomeraban y confundían. Y en medio de la pared sólo una ventana entreabierta
daba fe de una vida que pasaba afuera, ajena, lejos de él, esa era la única vía
que la luz de la luna hacía válida para hacerse tangible, quizá lo único
tangible y real en esa habitación. Si cada pensamiento que Pedro tuviese en ese
momento hubiera sido de color negro, su cuarto y toda la casa no serían más que
penumbras, en donde sólo él sabría cómo y por donde moverse, tal como todo el
tiempo pasaba en su vida. En medio de una oscuridad como esa, el semblante de
Pedro era sereno, parecía decir que en ese momento podía morir, que no tendría
problema en que eso pasara, en ese momento nada lo ataba a este mundo. Pero por
algún motivo aún no era así. Finalmente, cuando el viento golpeaba más fuerte y
apagaba su vela, Pedro se quedaba dormido.
Por las
mañanas al salir de mi recamara me lo encontraba sentado en su sofá, de las
misma manera en cómo la luz del sol se lo encontraba a diario al entrar por la
ventana, con una mano descansando en el sillón y la otra acariciando a
Hemingway. Al escucharme nunca me daba los buenos días, me ataba a una
conversación que parecía habíamos dejado inconclusa la noche anterior, sin que
yo entendiera exactamente a qué se refería, entonces no me quedaba más que
escucharlo. Me decía que no había noche ni día, por lo menos no para él, que sólo
existía la gente dormida y los despiertos con ganas de dormir, eso era la
diferencia en todo. Cuando Pedro tenía sueño dormía, no importaba mucho qué
hora del día fuese. La otra diferencia era que en las madrugadas despertaba y
hacía su vida como si todo fuera normal, pero ya sin alguien, todos dormían,
estaba solo. Yo siempre pensé que no existía diferencia en eso, que Pedro caía
en el sueño en el momento siguiente al de un pensamiento lucido y despierto, mientras
que para los demás se cierran los ojos y se comienza a dormir, para Pedro no
había tal diferencia, yo creía que él entraba y salía de los sueños en medio de
un camino de oscuridad que nunca dejaba de recorrer, y quizás era así, pero no
siempre, la gran diferencia era que cuando Pedro dormía era cuando la luz
llegaba a sus ojos.
Capítulos anteriores:
Cuando te sueltas 1/7 http://leerparacreer2010.blogspot.mx/2012/03/cuando-te-sueltas-17.html
Cuando te sueltas 1/7 http://leerparacreer2010.blogspot.mx/2012/03/cuando-te-sueltas-17.html
Cuando te sueltas 2/7 http://leerparacreer2010.blogspot.mx/2012/03/cuando-te-sueltas-27.html