IV
El pueblo de Narita es pintoresco, pequeño, hermoso, prácticamente una aldea con calles angostas y la arquitectura tradicional japonesa, seguramente a Janete le encanaría. La gente abre sus negocios y venden todo tipo de cosas, hacer el sushi aquí es todo un arte, los pequeños mercados venden todo fresco y vivo, la artesanía está por todas partes. Todos son amables y siempre están sonriendo, yo no entiendo mucho de lo que me dicen y sólo les regreso la sonrisa inclinando mi cabeza. Por fin llegamos al templo del lugar, desde la entrada los monjes nos dan la bienvenida, yo junto mis manos y me inclino ante todo tratando de volverme una más de las personas que ahí están, hago vaporizaciones de un cáliz que emite un humo blanco que según Taro purifica el alma. Las pagodas eran el tipo de construcciones que me faltaban visitar, son impresionantes, y la sensación de haberlo vivido en un sueño pasado volvía a mí. Después puedo presenciar una ceremonia en donde al quitarme los zapatos he hincarme en el piso me vuelvo uno más del resto. Ahora si, ya he llegado, ya me siento japonés, no cuando aterrizó el avión o desempaqué en el hotel, sino en este momento que me confundo con al gente y ésta me acepta en sus ceremonias, más que religiosas, sus ceremonias cotidianas; ahora siento que hasta mis ojos están rasgados. El cielo esta despejado, la nieve esta por todas partes al igual que el frío, pero este no es frió, frió el de Lyón, donde el agua se congelaba en las fuentes, donde conocí por primera vez las bajas temperaturas; y para lluvias las de Roma, diferentes a las de París y pero tan parecidas a las de Puebla.
Taro camina despacio, el respeto se le nota hasta en la forma de desplazarse ¿Ve esas construcciones allá arriba? es ahí donde la gente va a hacer sus peticiones, toma un retablo dependiendo a que espíritu quiere pedir el deseo y lo escribe, después hay un muro en donde se ponen todos los deseos, los turistas comúnmente toman retablos en blanco, pero tu abuelo debió haber tomado uno de la pared en donde están los deseos que esperan por ser cumplidos.
Seguía caminando y sin darme cuenta nos encontramos en la entrada de un pequeño bosque, el sonido de un río armonizaba el ya apacible ambiente, los árboles salían del agua, nunca había visto eso, sólo faltaba que música de bambús, que ya estaba imaginándome, lo inundara todo. Atravesando un arqueado puente de piedra apareció una gran pendiente cubierta de suave nieve, diferente a la que estaba en el piso resbaloso del templo. Sin pensarlo mucho pedí a Taro que me disculpara y desde la parte más alta me dejé rodar colina abajo. Acostado en la nieve me tomo un momento para disfrutarlo, la respiración agitada sale de mi boca que sonríe bajo unos ojos muy abiertos que tratan de guardarlo todo, Taro a lo lejos sonríe también y me toma algunas fotos, difícil ver a un japonés sin una cámara.
De vuelta en el hotel me doy cuenta que aún conservo el retablo del demonio azul, el guardián de los sueños como Taro lo llamó. ¿Habrá sido su presencia la que sentí en medio de ese sueño que tuve antes de venir? en esa noche en la que supe vendría hasta estos lugares. Ya es lunes, Taro me lleva hasta el centro de Tokio, realizo un par de entrevistas de trabajo y estoy de vuelta en el hotel para comer, salgo al patio a tratar de escribir mi nombre en la nieve pero no puedo, la nieve ahí es muy dura. Un aire frió golpea mi cara, le da cierto parecido cuando sentí el viento en la punta de la torre Eiffel, cuando mis preocupaciones eran tantas que ya estando arriba y viendo París a mis pies todo se me olvidó. Sensación que solamente fue igualada cuando un aire cálido me recorrió estando la punta de la cúpula en la basílica de San Pedro, a lo lejos Roma pero más lejos estaba yo, viajando en pensamientos y tratando de enviar en imágenes mi sentir hasta mi lugar de origen.
A la siguiente semana me cambio a un hotel en el centro de Tokio, ahora siento que son muchos hoteles en pocos días, desayunos raros con gente extraña, veo mi maleta, nunca he logrado desempacar del todo, ni en mi casa ni en un hotel, no he tenido tiempo, de hecho ahora que lo pienso nunca he querido hacerlo. Mi maleta medio llena es la conexión con mi condición de nómada, mi maleta es como mi casa. Recuerdo un hotel en Madrid donde me pasó algo extraño, me habían asignado una habitación con tres camas individuales que no hicieron más que recordarme que viajaba solo, y en cada una de las noches que ahí estuve me acosté en una cama diferente; eran demasiadas para mí, era mucho el espacio vacío, tanto para afuera como para dentro. La última de esas noches abrí la ventana del balcón y dejé por un momento que el aire entrara, escuché como la lluvia y el sentimiento de soledad iban aumentando, después me quedé dormido. A la mañana siguiente esa misma ventana que había dejado abierta, dejó entrar la luz de un brillante amanecer que hizo todo más cálido y llenó de resplandores todos esos vacíos obscuros… lastima que para esa hora yo ya no estaba ahí para verlo, yo, junto con mi maleta ya estábamos en camino a otro hotel, a otro vuelo.
Huele mal, hay algo que cocinan en una calle cerca del hotel que realmente me produce dolor de cabeza, de regreso al hotel evito pasar por ese callejón, creo que lo que cocinan es pato. Ya me he vuelto diestro en el viaje del metro, las primeras veces me perdía pero ahora puedo ir a donde sea sin que Taro me guíe. Me gusta bajarme una estación antes y caminar unas cuantas cuadras, ahora siento que después de esto ya no volveré a ser le mismo. Entro a un seven-eleven, compro mi cena y algunos dulces, lo que sea con tal de ser un consumidor más y sentirme parte de todo. Antes de llegar a mi estancia entro a un café, todas las noches paso por ahí a comprar chocolate caliente, es el mejor que he probado en todos los lugares en los que he estado. En una de esas tardes al pasar por una calle me pareció ver a Janete, tengo la sensación de que en algún lugar me la voy a encontrar, pero no sé si ella me reconocería, a no ser por este olor a soledad que siento cada vez se hace más fuerte.
A veces llego a pensar que ella nunca fue real, tengo la sensación de que todo fue un sueño.
Último Capítulo:
Wao!!! y si todo fuera un sueño???... genial! Siento con cada capitulo de sus historias... como si tambien viajara... y estuviera ahi... es muy ilustrativo... menciona detalles poco notorios a simple vista.. pero que el dan forma a una experiencia de vida... -y si todo fuera un sueño?- me quedo con esa frase! ;D
ResponderEliminarSiempre entrara una luz por nuestra ventana quiza no tan brillante pero entrara jeje..Mis ojos son rasgados polo...ahahh =)
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