El Blog de Marco Polo Pérez Xochipa

martes, 2 de noviembre de 2010

Dame la muerte... chiquita.

Y por eso inventó la muerte: para que la vida
-no tú ni yo- la vida
sea para siempre.
"Me encanta Dios" -Jaime Sabines-

Todos necesitamos morirnos a ratos, de vez en cuando, por un momento, para después resucitar diferentes, nuevos, volviéndonos extrañamente los mismos... nos morimos de hambre, de soledad, de tristeza, de sueño, morimos de alegría, morimos por volver a estar, por volver a hacer, por volver a ver.


Fue el treinta de junio por la tarde cuando me encontré con la muerte en la esquina del callejón John Lennon cerca de la escuela de psicología. Estaba de pié en un pilar, quieta, esperando a que la gente pasará y se acercara a ella. Fue como por una moneda se inclinó ante mí para decirme:

“Más veces descubrimos nuestra sabiduría con nuestros disparates que con nuestra ilustración” -Oscar Wilde-

Yo tenía unas fotos para es este momento, también tenía flores de cempasúchil recolectadas de viajes en carretera y de muchas ofrendas puesta por mi abuela a las que desde niño me asomaba a oler el incienso y las hojaldras. Esos para mi son los olores y las imágenes de la muerte que aprendí a identificar desde niño, a las que lamentablemente les fui colgando más miedos de los necesarios, pero de la misma manera entendí que nuestros muertos regresan para acompañar y no para llevar.
Yo tengo la idea de que moriré instantáneamente, sin darme cuenta, tan rápido como en un parpadeo, y me quedaré por un momento acostado pensando en que sigo vivo. Quizá hasta el momento en que vea como mi abuelo me ayuda a levantarme, en medio de esos sembradíos amarillos que son los que me traen de regreso, los que me siguen mostrando el camino a casa y que me anuncian una recta final; no por nada le llaman flor de muerto.

"...si él hubiera sabido que en cinco días moriría ya no hubiera dormido, se hubiera puesto a escribir todo lo que pensaba y sentía... se hubiera preparado muy bien para su muerte, poniéndose ese pantalón de mezclilla azul gastado que le gustaba, con su camisa blanca arremangada y sin fajar, desabotonada, andaría descalzo y se iría a sentar bajo ese árbol en el patio de su casa en el que tanto le gustaba estar... Ahí hubiera recibido a la muerte, sin avisarle a nadie, sólo sosteniendo la pelota de béisbol que también su papá le había dado cuando tenía siete años, se hubiera tomado una coca-cola bien fría, y después de una inhalación profunda nos hubiera dejado..."
Los Sentimientos del Cielo -MPPX-

Y tal como dice Paul McCartney: El final del final es el comienzo de un viaje a un lugar mucho mejor, un lugar especial donde no hay razón para llorar. No hay necesidad para estar triste al final del final.
Cuantas veces nos han matado, y cuantas veces nos la vivimos regresado de la muerte.

4 comentarios:

  1. No podria contar
    ¿¿¿cuantas veces..........................??

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  2. No entiendo el título, es: "chiquita, dame la muerte" o "Dame una muerte chiquita".
    Amo a Oscar Wilde.
    El pasillo de psicología no es el mismo sin esos árboles que daban sombra.
    Esos olores de día de muerto, son mis favoritos, me gustaría tanto morir en esas fechas.

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  3. Los franceses le llaman al orgasmo “la pequeña muerte”, o en este caso el juego de palabras de La muerte chiquita, perqueña, la muerte que no es grande, también refiriendome al orgasmo. Saludos Ilecara, de verdad hacen falta los árboles del pasillo de psicología.

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  4. Sí, muchísimo hacía especial esa placa muchas veces ignorada.

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